viernes, 5 de julio de 2013

Triatlón "Wild Wolf Triathlon Series Madrid"

Sábado 29 de junio de 2013.

Mi tercer triatlón, esta vez toca uno de distancia olímpica (1500m + 40Km + 10Km).

Tras un problema inicial con la inscripción, consigo que me cambien el dorsal para salir con gente con tiempos acreditados más parecidos a los míos -bueno, al mío, ya que hasta ahora sólo he hecho un triatlón olímpico-. En un principio me habían puesto en la última tanda con los que en teoría tienen ritmos más modestos pero, afortunadamente, tras hablar con la organización me cambian a la segunda tanda de la primera salida…

¿Demasiado adelante? ¿Me pasarán por encima todos mis compañeros de salida? Puede ser, pero fuera miedos, ¡mejor tener buenas referencias!

A las 16:00 saldrán los 80 primeros triatletas. A los 2 minutos saldré yo junto con 79 más. Y 2 minutos después que nosotros saldrán otros 80. Después, a las 17:00 habrá otras tres tandas y por último, a las 18:00, otras tres. Es decir, que la Casa de Campo va a estar bastante concurrida...

Tengo toda la mañana para preparar todo con calma. Repaso el material una y otra vez para asegurarme de que no se me olvide nada.


Como muy pronto para hacer bien la digestión. Un buen plato de ensalada de arroz, un yogur y mucho líquido. Después me siento en el sofá dispuesto a echar una cabezada pero no lo consigo. Los nervios y la impaciencia pueden más que el sueño. Empiezo a "whatsappear" con mi amigo Alberto que me cuenta cómo les ha ido por la mañana en el triatlón sprint. Me dice que ha hecho una gran natación, una buena bici y que en la carrera ha ido muy lento, como esperaba, ya que por unas molestias lleva tiempo sin entrenar bien. Está satisfecho y me alegro por él. Me comenta que ha sido durillo, que ha hecho bastante calor y que ya me puedo ir preparando para lo que nos espera a las 16:00. Aprovecho y le pregunto cómo está el agua, y me dice que el lago está como caldo. Ahora tengo claro que me puedo ahorrar el cargar con el neopreno.

Elsa y yo salimos de casa con tiempo de sobra porque tengo miedo a que sea complicado encontrar aparcamiento. En 30 minutos llegamos y, para nuestra sorpresa y tranquilidad, encontramos aparcamiento a la primera.

Bajamos andando hasta la explanada donde se encuentran los boxes y nos sorprende lo grandes que son.


Nos damos un paseo para que Elsa vea cómo son los recorridos. Yo ya los he visto en internet y además he entrenado aquí varias veces por lo que los conozco. Es un triatlón cómodo para el público ya que todo coge muy a mano. El lago donde nadamos se ve entero desde la orilla, los boxes están cerca y en el recorrido de la bici y la carrera damos varias vueltas pasando varias veces por el mismo sitio.

De lo que sí nos damos cuenta enseguida, nada más empezar a andar, es que hace muchísimo calor, unos 32-33ºC... menuda achicharrada que me espera.

Me pongo de los primeros en la cola de control de material para entrar a boxes. Tras unos minutos sudando mientras esperamos a los jueces, éstos llegan tranquilamente, recién salidos del restaurante con aire acondicionado, y abren la puerta sin estresarse. Me miran el DNI, la bici y el casco y me dejan entrar. Encuentro mi puesto y observo que, tras el cambio de dorsal, estoy en la primera barra, supongo que compartiendo espacio con los “gallos”.


Cuando estoy colocando la bici me doy cuenta de que el espacio es un poco justo. Me pongo de acuerdo con el chico que tengo enfrente y colocamos las bicis con cuidado para no molestarnos ni movérsela al otro cuando lleguemos con prisas desde el agua. En tono de broma le digo que no se preocupe, que cuánto piensa tardar en la natación para calcular si vamos a llegar a la vez o no. Me responde: “diecisiete minutos”. Creo que no le he entendido bien y le vuelvo a preguntar “¿cuánto?” y me repite lentamente “dieci-siete”. Me fijo en que todos los que están alrededor se han quedado mirándole con cara de pasmados sin decir nada. Yo, para quitar tensión y relajar el ambiente, le digo: “¡entonces no hay problema hombre!, como me vas a sacar casi diez minutos puedes venir, descolgar tu bici con cuidado, y después dejarme la mía preparada para cuando llegue yo”. Sonríe y dice que lo intentará. ¡Parece que al final sí me han puesto entre los “gallos”!

Tras terminar de colocar los trastos charlamos entre todos para intentar aclararnos cómo se circula por boxes. Por dónde se entra en cada transición, por dónde se sale, cómo se hace la compensación, etc.


Cuando terminamos simulo un poco los recorridos que haré al llegar del agua y al llegar de la bici para fijarme en referencias que me ayuden a encontrar mi puesto de forma rápida.


Salgo de boxes, me reúno con Elsa y vamos juntos hacia el lago mientras me como un plátano y doy unos tragos de bebida isotónica. Me dice que no me envidia nada, que menudo palizón que me espera con el calor que hace. Le doy la razón y le digo que disfrute. Nos despedimos hasta “dentro de un rato”.

Salto al agua para calentar. Está muy bien de temperatura. La pega que tiene es que está verde oscura y no se ve nada. Pruebo a ponerme a nadar detrás de uno para ver si consigo verle los pies y puedo seguirle, pero es imposible, no se ve absolutamente nada. Es más, no se ven ni tus propios brazos al nadar...

Salgo del pantalán justo cuando están diciendo por megafonía que se queden sólo los gorros amarillos, es decir, la primera tanda de 80. Los gorros verdes saldremos 2 minutos después, y detrás de nosotros los gorros azules.


Mientras estamos esperando fuera del pantalán, junto a los jueces, se acerca un francés a preguntar cómo es el recorrido... pienso que "menuda pachorra el guiri", poco más y lo tiene que aprender sobre la marcha. Le señalan las 3 boyas que hay que rodear y le explican que son dos vueltas saliendo al pantalán entre una y otra. Le dicen que “igual que Gómez Noya hace un mes”. Y alguien comenta en tono de broma “pero vete un poco más lento, ¿eh?”.

Dan el bocinazo de salida para los primeros y observo que algunos tardan mucho en reaccionar,  ¡hay que estar atentos! Si es que... 

Nuestro turno, nos dejan acceder al pantalán. Veo que los que acaban de salir están nadando cómodos, sin follones, con bastante espacio entre unos y otros, y por ello decido ponerme más o menos en el centro. Digo a los dos que tengo al lado que “con tranquilidad que hay agua para todos”. Caliento los brazos y nos deseamos suerte unos a otros.


¡De repente suena el bocinazo y me coge un poco desprevenido (novato, si es que…)!


Tardo medio segundo en saltar porque antes pongo el cronómetro en marcha. Me tiro de cabeza y… la oscuridad total. Doy unas primera brazadas frenéticas y cuando saco la cabeza para comprobar el rumbo veo que voy medio cuerpo por detrás de los dos que tenía a ambos lados y vamos exactamente al mismo ritmo. La gente va rápido y, por tanto, sigo esforzándome a tope.

Tras aproximadamente 200m voy muy alto de pulsaciones, normal, pero noto una cosa extraña: estoy cansado muscularmente. Tengo los dorsales cansados y sin fuerza, y esa sí que no es una sensación normal nada más salir... Empiezo a comerme la cabeza con todo lo que me queda por delante y con que a lo mejor mi cuerpo ha llegado a un punto de la temporada en que me pide descansar un poco. A causa de esas sensaciones y esos pensamientos negativos pierdo un poco la concentración y me percato que no estoy nadando bien. Me he relajado con la técnica, no estoy agarrando bien el agua y, lo que es peor, llevo la respiración un poco desacompasada... Trato de centrarme y pienso que, una vez aquí, hay que terminar esto lo mejor posible dadas las circunstancias.

Antes de llegar a la primera boya empiezo a adelantar a algunos de los sprinters que salen como si esto fuera un 200m. No hay muchos toques, algún pequeño roce a causa de la oscuridad del agua pero ni golpes importantes ni agarrones. A causa del "oleaje" que forman los demás en una de las inspiraciones pego un pequeño trago de agua... um... riquísima este agua "mineral" verde.
No mejoro ni con la bebida “vitaminada”, sigo con mi ritmo agónico. Llegamos a la primera boya y tengo que frenar un poco por el atasco que hay. Un par de brazadas con la cabeza fuera, unas patadas un poco más intensas de lo normal para evitar que me agarren, y sigo. Giro la primera boya y a los pocos metros la segunda.

Voy a por el largo de vuelta hacia la tercera boya. Me adelantan algunos pero yo también adelanto a gente, incluso empiezo a adelantar a algún gorro amarillo de la primera tanda. Me fijo en uno que empieza a nadar a braza en mitad de la recta y me pregunto qué le pasará porque ahora hay espacio de sobra para nadar y todavía no vamos ni la mitad del segmento, demasiado pronto para “reventar”.

Me alcanzan y adelantan los primeros gorros azules. Confío en que sean los máquinas de su tanda. Sigo a lo mío y trato de concentrarme y nadar lo mejor posible. Afortunadamente, poco a poco, voy teniendo mejores sensaciones. No me siento rapidísimo pero sí mejor que los primeros 500m.

Llegamos a la tercera boya y la cojo tan cerrada que toco con los pies la cuerda que la sujeta al fondo. Encaramos la última recta que nos lleva hasta el pantalán. Me animo, veo que he recuperado un poco la sensación de deslizar, aunque sigo notando los dorsales muy cansados. Saco la cabeza a menudo para ir derecho hacia las dos pequeñas boyas que marcan la rampa de subida al pantalán.

Por fin toco la rampa, “¡vamos arriba!”. Me pongo de pie con dificultad porque se mueve, bueno, nos movemos los dos. Corro no muy rápido por el pantalán y aprovecho para limpiarme las gafas. Vuelvo a tirarme al agua metiendo bien la cabeza entre los brazos para que no se me muevan las gafas.


Venga, ya sólo queda una vuelta más y ahora es casi como nadar en una piscina”. Hay mucho espacio y no nos molestamos. Lo único que me falta es el agua cristalina y la raya azul del fondo que marca la dirección...

Me doy cuenta de que llevo un poco por delante a mi derecha a uno que va a mi ritmo. Decido situarme detrás de él, para ver si hacer un poco de drafting a sus pies me ayuda a ir más descansado. Me cuesta un poco porque cada vez que meto la cabeza en el agua “se hace de noche”. Aun así, consigo situarme detrás sacando la cabeza para mirarle cada poco tiempo y sintiendo las turbulencias de su patada al dar brazadas. Llego con él hasta las boyas, damos el giro bien pegados a ellas y encaramos la última larga recta de vuelta hacia el pantalán. Nos alcanza otro “gorro azul” y decido cambiarme de ola. Me pego a su costado derecho y procuro acompasar mi brazada a la suya para poder ir muy pegado sin molestarle. Tengo que acelerar mi cadencia para tratar de seguir su ritmo. Tras unos 100m juntos me da la sensación de que acelera y se despega de mí. Pese a todo, ahora es cuando mejor me estoy encontrando en el agua.

Doy el giro en la última boya y pongo rumbo a la rampa de salida. Todo el mundo acelera. Yo también lo intento pero sigo sin fuerza. Tras una última serie llego a la rampa. Otra vez me cuesta un poco ponerme de pie. Al empezar a correr por el pantalán me desequilibro porque con tanta gente corriendo se mueve muchísimo.

La transición hasta boxes es larga y trato de correr rápido pero no me encuentro “ligero”. Pasamos por debajo de unas duchas y me quito el gorro y las gafas.


Llego a mi fila del box y, aunque había tomado referencias, me cuesta encontrar mi bici y casi me paso de largo. Me pongo el dorsal, las gafas de sol y el casco con calma. Descuelgo la bici y salgo corriendo para hacer la compensación. Vamos todos en fila y no es posible adelantar. Tampoco me encuentro con fuerzas y además no es momento de hacer alardes porque soy consciente de la dureza de lo que tengo por delante. Justo antes de salir de boxes veo a Elsa y la sonrío. Hoy, más que nunca, me alegro de que esté animándome.



Paso la línea que marca cuando te puedes subir a la bicicleta y me monto sin demasiada prisa. Gracias a las gomas elásticas meto los pies en las zapatillas sin problemas mientras me fijo en la gente que sale junto a mí. Formamos un grupito de 3 y empezamos suave porque vamos atándonos las zapatillas y aprovechando para pegar los primeros tragos de agua.

A los pocos metros llegamos a un giro estrecho de 180º y empezamos la primera rampa del circuito, que pasa junto a unas pistas de tenis. No es demasiado larga, unos 300m, pero tiene un desnivel que nos obliga a ponernos de pie para no tener que subir muchos piñones. Mis compañeros tiran fuerte, llego a mi límite de pulsaciones justo cuando giramos para encarar una bajada con varias curvas rápidas enlazadas. Me agarro en la parte baja del manillar, me pego bien a rueda y trazamos las curvas en fila india y aprovechando toda la carretera.

Pasamos una rotonda a toda velocidad, nos damos algún relevo en un tramo recto y llano, y llegamos a la primera subida -de cinco- al “Cerro de Garabitas”. Es una subida que conozco, son unos 2Km con un desnivel del 4% aproximadamente. No muy duro pero, como siempre, depende de cómo te lo tomes…

Nada más empezar la subida nos alcanzan dos que van como tiros y se ponen a subir de pie en la bicicleta dándolo todo. Me pregunto si repartirán maillots blancos con lunares rojos al final de la prueba y yo no me he enterado. Se marchan por delante, uno de los que iba conmigo se queda atrás y yo me quedo con el otro que lleva un buen ritmo, sin cebarse pero sin dormirse. Pese a que llevamos el viento de espalda y que en la subida no beneficia mucho ir a rueda, me pego a él confiando en que algo ayude. Tengo que jugar con los piñones y ponerme de pie a ratos para no perder el contacto ya que quiero tener compañía en el largo tramo de bajada.

Coronamos y empezamos a bajar piñones mientras cogemos velocidad. Vamos muy rápido, en las curvas apenas tocamos los frenos y nos inclinamos como los pilotos de Moto GP, vale, igual un poco menos…


Completamos la primera vuelta. Me hago una “revisión general”: me encuentro muy cansado -demasiado para la altura de competición en que estamos-, cuádriceps cargadillos y boca muy muy seca. Resumiendo: de pena. Pero me pongo en “modo cabezón” y decido que voy a seguir tirando todo lo que pueda tratando de no perder muchos puestos en el segmento ciclista. Aprovechando el tramo llano doy unos tragos de agua y bebida isotónica. Dan ganas de soplar, parecen caldo...
Alcanzamos a dos que llevamos por delante y formamos un grupito de cuatro. Se ponen a nuestra rueda. Volvemos a subir la rampa de las pistas de tenis que en esta segunda vuelta ya está llena de gente animando. Salvando las distancias, da un poco la sensación de puerto de montaña del Tour con las cunetas llenas de público. Afortunadamente esta vez la gente ya no lo sube como si fuera el final de etapa. Lo hacemos sentados y yo pongo un piñón muy grande para subir con cadencia sin tener que hacer mucha fuerza. Veo a Elsa y me grita “¡vamos!”. “¿Elsa gritando?” Me sorprende y anima mucho.


Llegamos de nuevo a Garabitas y el grupo se descompone... al ser un circuito con repechos los grupos no son muy estables. Cada uno, más o menos, tiene que tirar lo que puede ya que ir a rueda no beneficia tanto como en un recorrido llano.

Yo, sabiendo que no soy buen rodador y soy ligero, lo que intento es hacer las subidas fuerte para poder hacer siempre las bajadas y el llano -con viento de cara además- acompañado.

Llevo unos 20Km, más o menos la mitad del recorrido, y empiezo a notar muchísima sed. Bebo lo más a menudo que puedo pero no siento que se me quite y, lo que me asusta más, empiezo a notar el estómago revuelto por tanto líquido. Pienso que igual es el momento de comer algo un poco sólido y cojo un gel que tenía pegado en el cuadro de la bici con cinta aislante. A diferencia de “la chapuza” de Sevilla consigo abrirlo bien con los dientes y lo espachurro para tomármelo. “Bien Miguel, prueba superada”.

En la tercera subida a Garabitas sigo con uno con el que llevo casi todo el tramo de bici. Nos alcanza un grupo grande. Antes de verlos ya les intuyo por el ruido característico que hacen las ruedas con perfil de carbono. Van un poco más rápido que nosotros y aceleramos para mantenernos con ellos. Sufro muchísimo y me pongo a tope de pulsaciones, pero pienso que hay que aguantar como sea para hacer la bajada y el llano en un grupo grande a buena velocidad. Tengo que ponerme de pie en la última rampa y dar el 100% para no descolgarme. Lo consigo. Empezamos la bajada y vamos muy muy rápido. En las curvas trazamos con cuidado ya que somos un grupo grande y no vamos en fila de a uno.

Pasamos por meta y de nuevo mucha gente animando. En la rampa de las pistas de tenis se desatan las hostilidades en el grupo. Un par de ellos atacan y el resto tratamos de seguir a rueda. Me pongo de pie y voy a mi límite absoluto por lo que ni siquiera puedo mirar a Elsa que sigue en el mismo sitio animándome. Alguno se escapa ligeramente y alguno se queda por detrás de mí.


En la corta bajada logro recuperar un poco el aire. Bebo unos tragos de isotónica y agua pero sigo con sequedad en la garganta y los labios ásperos a causa de la saliva reseca. Además noto el estómago lleno dándome vueltas.

Cuarta subida a Garabitas, “venga Miguel, ya va quedando menos”. Tras habernos reagrupado llegamos un grupo numeroso. De nuevo, nada más empezar la subida, la gente afila los cuchillos. Me quedo a cola del grupo pero trato de seguir a rueda. Es más una ayuda psicológica que real, pero menos es nada. En un tramo donde la pendiente es un poco mayor el corazón se me sale por la boca. Hago un poco la goma durante un rato y cuando no quedan más que unos 500m para coronar no puedo más y empiezo a ceder metros. Me quedo sólo. Me siento y trato de no quedarme clavado mientras recupero un poco el resuello. Veo por delante a más gente que pierde el contacto con el grupo. Me centro en el que llevo justo delante y pienso que tengo que alcanzarle para hacer la bajada juntos. Me animo pensando que “si se ha quedado es que va igual de mal que yo”. Tras el breve “descanso” de nuevo echo el resto para reducir distancias. En la última rampa me pongo de pie y esprinto hasta conseguir alcanzar su rueda. Cogemos a otro al empezar la bajada y los tres hacemos el resto de la vuelta dándonos algún relevo sin demasiada intensidad.


Al pasar por meta, para confirmar, pregunto a uno de mis acompañantes si la que empezamos es la última vuelta. Afortunadamente me dice que sí. Subimos la rampa de 300m a ritmo, sentados y con cadencia. Sigue habiendo bastante gente animando pero a Elsa ya no la veo. Supongo que se haya ido hacia boxes para vernos llegar.

Me termino el poco líquido que me queda en los bidones y sigo encontrándome reseco. La última subida a Garabitas la hacemos sin cambios de ritmo. Sólo puedo mirar el suelo que pasa -no muy rápido- por debajo de mi rueda delantera. Noto las piernas como piedras, me duelen los cuádriceps y tengo los gemelos al borde del calambre.

Coronamos y empezamos a hacer una última bajada vertiginosa. Alcanzamos a gente de la salida de las 17:00 que están en su primera vuelta y formamos un grupo “mixto” con algunos de ellos.


Cuando llegamos a la última recta, entre árboles, decido sacar los pies de las zapatillas. Pero al empezar a dar pedales pisándolas y mirar hacia delante me doy cuenta de que me he anticipado demasiado... no es grave, sigo en el grupo a buen ritmo.
Justo antes de completar la vuelta nos separamos, tres nos quedamos a la derecha para entrar en boxes y el resto siguen con lo que les queda de sus 40Km. Voy detrás de mis dos compañeros, pero al llegar a la línea de bajada ellos se paran completamente para bajarse. Yo, como ya hecho en mis anteriores triatlones, me pongo de pie en un pedal y me bajo de un salto sin llegar a pararme. Gracias a ello les adelanto y empiezo a correr hacia mi puesto sujetando la bici por el sillín.

Esta vez encuentro mi número 156 a la primera y sin pasarme de largo. Cuelgo la bici, tiro el casco y gafas dentro de la caja, cojo la visera y me calzo las zapatillas con un poco de problemas ya que se me dobla una lengüeta.

Nada más empezar a correr el tramo de compensación me doy cuenta de que no voy a tener una carrera tan “cómoda” como en otras ocasiones. Esta vez, aparte de tener las piernas rígidas y muy pesadas, tengo un gran cansancio general y, lo peor, un tremendo malestar de estómago. Al salir de boxes, con el pulso muy acelerado y un ritmo muy "atrancado", veo a Elsa que me anima. Sólo puedo gritarle: “¡voy fatal!”

La prueba de que no voy como otras veces es que no adelanto a nadie. Llevo a uno con el que había coincidido a ratos en la bici delante, siempre a la misma distancia. No puedo ni aumentar la cadencia, ni aumentar la zancada. Me siento lento, con mucho malestar y con el pulso muy alto. Pienso que me va a tocar sufrir mucho durante los 10Km. El recorrido son 4 vueltas por una avenida recta entre árboles en la que la ida es un falso llano que tiende hacia arriba  y la vuelta, por tanto, ligeramente favorable.

Llego al primer avituallamiento y cojo un botellín de agua pero apenas puedo beber porque me asfixio y porque noto que no me sienta bien en el estómago. Poco después paso por debajo de una ducha de agua pulverizada y la verdad es que se agradece el frescor, aunque sea momentáneo.

Cuando doy el primer giro de 180º y me toca el terreno favorable me desmoraliza el hecho de que no consigo acelerar nada. El que llevo delante sigue manteniéndome la distancia. Me vuelvo a cruzar con Elsa que me está haciendo una foto. Me da ánimos pero veo que está preocupada por mi estado. Trato de saludarla sonriendo pero no creo que mi cara la tranquilice mucho.


Termino la primera vuelta. Continúan los pensamientos negativos a causa de lo mal que me encuentro. A pesar de ello tengo muy claro que acabo sea como sea. Cojo otro botellín de agua y me lo echo entero por encima para refrescarme. Sigo con un ritmo regular. Me adelanta un extranjero con el que había hablado antes de la competición en boxes y le grito: “¡vamos máquina!”. Me lo agradece.

Me empiezo a fijar en la gente y me doy cuenta de que no soy el que peor está. Hay muchos andando, alguno parado estirando, e incluso veo a uno en la cuneta “aligerando carga” de forma un poco desagradable.

Inicio el tramo de bajada y por primera vez noto que empiezo a coger una zancada un poco más viva. Nada del otro mundo, pero ahora tengo sensación de ir un poco más rápido. De hecho pasa poco tiempo y consigo adelantar al que había llevado delante toda la primera vuelta. “¡Vamos!”. Me empiezo a animar, creo que incluso me empiezo a encontrar mejor... o al menos me autoengaño pensando que estoy mejor.

Me cruzo con Elsa, que ha subido andando hasta muy lejos de boxes para animarme porque -según me reconoció después- estaba algo preocupada por mí. Me anima diciéndome que ya sólo me quedan dos vueltas. Esta vez sí logro sonreírle de forma un poco convincente y le digo con mejor cara: “¡voy mejor!”.


Me adelanta como un obús uno de los primeros. Le acompañaba una bici de la organización. Lleva un ritmo impresionante. Escucho por megafonía que es el segundo clasificado. Menudo máquina.

Empiezo la tercera vuelta, “¡venga Miguel, 5Km no son nada!”. Consigo acelerar un poco el ritmo y empiezo, por fin, a adelantar a gente con bastante frecuencia. Algunos en mi misma vuelta y algunos que acaban de empezar con la carrera. Cada vez hay más gente a la que se ve pasándolo mal. Veo a uno tumbado en el suelo al que están levantando los pies.

Yo afortunadamente parece que me he recuperado un poco del “bache” -o “socavón”, más bien- y ahora sí voy corriendo a un ritmo cercano a 4´/Km. Intento animar a la gente a la que adelanto. De nuevo me encuentro con Elsa que me está grabando con la cámara y me pregunta si me queda sólo una vuelta más. Le digo que sí.



Comienzo la última vuelta con mucha moral. Lo veo prácticamente hecho y me encuentro... casi casi bien. Sólo me falta subir por última vez el falso llano. Una vez más me tiro un botellín de agua por encima y me propongo apretar todo lo posible para intentar arañar algún puesto. Voy a tope de pulsaciones pero por lo menos siento que estoy corriendo rápido por primera vez en toda la carrera.

Doy el giro de 180º y alargo mucho la zancada en la bajada. Adelanto a gente pero por su ritmo creo que no están en mi vuelta. Me fijo en uno que sí que parece que está apretando para terminar y me pongo como objetivo adelantarle en el kilómetro que me falta hasta meta. Sufro, voy a tope, pero sé que el descanso está cerca. A falta de unos 200m le adelanto y aprieto un poco más todavía para que no me intente seguir.

Choco la mano a una niña que está animando, doy la última curva de 90º y veo el arco de meta. El cronómetro que hay encima marca un tiempo de 2h 32min y calculo que yo tendré que restar 2 minutos ya que salí en la segunda tanda. Acelero los últimos metros, veo a Elsa sonriente con la cámara y ¡LLEGO A META!

No tengo fuerzas ni para saludar, ni para levantar los brazos, ni para nada. Pero llego, que no es poco. Me apoyo en la valla que nos separa del público y se acerca Elsa. Me alegro mucho de verla -hoy su compañía y apoyo han sido indispensables-. Le digo que he sufrido como nunca, que ha sido durísimo y que muchísimas gracias por animarme. Ella me consuela y me dice que lo he hecho muy bien… 

Cojo un pedazo de sandía, agua y bebida isotónica. Pese a estar muerto de sed no me entra casi nada. Tengo que dar tragos muy pequeños. Tras unos minutos de descanso a la sombra empiezo a pensar que quizás no me haya salido una carrera tan mala como creo. Pese a la sensación de cansancio que he tenido desde el inicio de la natación, en la bici tampoco me ha adelantado demasiada gente y en la carrera, que yo sepa, me ha adelantado sólo uno... Sea como sea, no importa mucho, me siento satisfecho. He sabido sufrir desde el principio sin desmoralizarme -del todo- y he conseguido terminar decentemente.

Me encuentro a mi “vecino” de box, el crack de “la natación en 17 minutos”, y le pregunto qué tal le ha ido. Me dice que el agua muy bien pero que se cayó al montar en la bici y perdió algo de tiempo. A pesar de ello me dice que ha terminado en unas 2h 20min (quedó 8º en la general y 3º en el agua). Le felicito, me despido de él “hasta la próxima” y vuelvo con Elsa.

Pedimos por favor a un competidor que está descansando que nos haga una foto “del después”. Más que nada para poder certificar que sigo vivo...



Los tiempos y distancias, según mi reloj, han sido:

-Natación (1580m): 26:53 (1:42/100m)
-Transición 1 (530m): 2:49
-Bici (38,86Km): 1:15:58 (30,7Km/h)
-Transición 2 (290m): 1:29
-Carrera (10,17Km): 43:18 (4:16/Km)

-Tiempo Total: 2:30:27

-Puesto Final: 33º de unos 600 participantes
(100º natación, 75º bici, 21º carrera)

Se ve que no fue duro sólo para mí… ¡¡GRAN RESULTADO!!

Ahora me pide el cuerpo descansar. Me sentí agotado desde el principio. Aprovecharé para disfrutar del verano y, eso sí, ¡entrenar un poco en piragua!
 


Podéis consultar las clasificaciones en:




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