Aprovechando la llegada del buen tiempo -después de los miedos e incertidumbres que pasé en el triatlón de Bilbao con la meteorología- decidí apuntarme a un triatlón que se organizaba cerca de mi casa. Se trataba del “Triatlon Astromad” en Manzanares el Real. En este caso me inscribí en la modalidad olímpica -también había distancia “medio ironman”- porque me apetecía mucho disfrutar del “juego” que da rodar en pelotones en el tramo ciclista y porque desde el triatlón de Bilbao había bajado mucho el volumen de entrenamientos, sobre todo en bicicleta.
Sábado 21 de junio
El triatlón empieza muy pronto por lo que Elsa y yo nos levantamos a las 6:00 para poder desayunar 3 horas antes de la salida -¡qué paciencia tiene, menos mal que también es deportista y entiende estas “locuras”!-. Termino con los últimos preparativos de material, aunque prácticamente lo había dejado todo listo la noche anterior, y salimos en coche a las 7:00 para llegar con tiempo de sobra. Tengo que encontrar aparcamiento, recoger el dorsal, echar un vistazo a los boxes y al embalse donde se nada, etc. y quiero hacerlo con absoluta tranquilidad.
Llegamos en poco más de 30 minutos y aparcamos en un parking habilitado por la organización en una campa que está pegada a boxes. Hemos llegado casi los primeros. Voy a la secretaría, que está en un restaurante cercano, y recojo el dorsal y la bolsa del corredor. Esta vez incluye una camiseta y un libro que se llama “como hacer deporte y no morir en el intento”. Pienso que es curioso que nos regalen este libro a los que vamos a competir en el triatlón… creo que si estamos aquí es gracias a que hemos conseguido hacer con regularidad lo que dice el título, ¿no?. Decido que se lo regalaré a mi hermana Marta, que es una “nueva corredora”, para ver si se “pica” definitivamente.
Damos un paseo hasta el embalse donde se realizarán los 1500m de natación. Tiene una pinta magnífica con los primeros rayos de sol reflejados en su superficie. Siempre que veo una “lámina de agua” así me entran unas ganas terribles de darme una vuelta en piragua. Pero hoy tocará nadar.
Volvemos al coche, pongo los dorsales -en el portadorsal, en el casco y en la tija de la bici- y nos dirigimos a la cola de “control de material” que hay en la entrada a boxes.
Entro, localizo mi puesto, y coloco todo el material. Me da la sensación de que se me olvida algo pero creo que es porque comparado con el “chiringuito” que monté en los boxes de Bilbao abulta demasiado poco.
Me encuentro con Alessandro, un compañero de trabajo, y bromeamos un poco con el número de dorsal que le ha tocado. Es un número muy bajo y le digo que si es “cabeza de serie” o qué.
Me pongo el neopreno. Me echo bien de vaselina en el cuello y también en las pantorrillas para evitar que se me trabe al quitármelo como me sucedió en Bilbao. Pido ayuda a mi vecino de box para subirme la cremallera. Cojo el gorro y las gafas de nadar y salgo de boxes donde vuelvo a encontrarme con Elsa, que me acompaña andando mientras me dirijo al embalse junto con el resto de triatletas.
Me desea suerte, me dice que disfrute y nos despedimos con un beso. Me pongo en la cola que se ha formado para entrar al agua. Somos muchos, dicen que cerca de 500 inscritos, y la entrada al agua se hace por un tramo muy pequeño de la orilla. Hay que nadar unos 100m hasta las boyas que marcan la línea de salida y en la cola se escuchan las típicas bromas del estilo “nadar hasta allí es demasiado, después no voy a poder nadar otros 1500m”. Bromeamos para tratar de aplacar los inevitables nervios pre-salida.
Llega mi turno de entrar al agua y nada más meterme la sensación que me da es que está calentísima. La organización había dicho que estaba a 21ºC y eso, en comparación con los 14-15ºC de Bilbao, es MUY caliente. Creo que se podría nadar perfectamente sin neopreno pero, ya que está permitido, es mejor beneficiarse de la flotabilidad extra que proporciona.
Nado hasta las boyas que marcan la salida aprovechando para calentar. Esta vez estoy decidido a “arriesgar” y ponerme en primera fila. Soy consciente de que sigo siendo de los nadadores “normalitos” -los que hemos empezado a nadar no hace demasiado, siendo muy mayores y sin nadie que nos corrija la técnica- pero tengo confianza. En un test reciente hice mi mejor tiempo en 1.500m en piscina de 25m hasta ahora: 25:01. Nada del otro mundo -hay gente que lo nada en 18-20 minutos- pero bueno, me dejó satisfecho porque no lo hice al 100%, no sé dar “volteos” en la pared y nadé sin neopreno.
En un principio me coloco en el centro del grupo, pero en un momento de duda e incertidumbre decido cambiarme hacia el lado derecho que imagino un poco menos congestionado.
La verdad es que la idea de no encontrarse “fino”, no poder nadar rápido y que te adelante un pelotón de 500 tíos por encima no es agradable… pero bueno, como se suele decir: “el que algo quiere algo le cuesta”. Y yo lo que quiero hoy es salir no muy retrasado del agua para tratar de coger un buen grupo de bici.
Por megafonía el juez nos empieza a decir que tenemos que retrasarnos un par de metros para situarnos detrás de las boyas. Yo estoy en primera línea, adelantado igual que los que tengo a ambos lados. Miro hacia atrás y veo que no puedo retrasarme ya que detrás de mí tengo a “unos pocos” que tampoco se mueven. El juez insiste en que hasta que no nos retrasemos no da la salida. Me relajo, esto me resulta familiar, ¡es exactamente igual a cualquier prueba de piragüismo!
En ese momento suena una bocina con un volumen bastante bajo y hay gente que duda si es la salida o no. Mi cerebro, en “modo piragüista”, reacciona rápido. Pongo el cronómetro en marcha y empiezo a dar brazadas.
Salgo fuerte, todo lo rápido que puedo. En Bilbao me sorprendió que salí regulando y aun así no perdía posiciones. En cambio aquí he salido a tope y por la izquierda, por el lado que respiro y por donde llevo al grueso del pelotón, veo que poco a poco la gente me va sacando metros.
Trato de tranquilizarme pensando que es normal, que no soy un gran nadador, y que por muy a tope que salga siempre habrá gente -bastante- que nade más rápido que yo.
A los 150-200m voy a tope de pulsaciones, empiezo a notar que alguien me toca los pies y otro me roza por mi lado derecho. Yo a mi izquierda llevo a muchísima gente y no puedo apartarme.
En ese momento, entre la demanda de oxígeno que tengo, y la sensación de que me están adelantando dándome golpes “por todos lados” me empiezo a agobiar bastante. El estrés hace que no esté consiguiendo hacer lo que es fundamental en el agua: respirar bien y mantener la técnica. Me doy cuenta de ello y trato de concentrarme en recuperar sensaciones… “venga Miguel, relájate y sigue nadando que enseguida se estirará el grupo y habrá huecos”. No lo consigo, siguen los golpes, la sensación de agobio y los pensamientos negativos. ¡Se me pasa por la cabeza incluso que igual “no es mi día” y que a lo mejor es mejor que me retire!.
En ese momento pienso en Elsa. Estará en la orilla esperándome, ajena a lo mal que lo estoy pasando, y me doy cuenta de que estoy pensando tonterías. No soy ningún “campeón del mundo” y no tengo nada que demostrar, ni expectativas que cumplir. He venido aquí simplemente a disfrutar, a pelearlo y a hacerlo lo mejor posible. Que me salga un poco mejor o un poco peor da exactamente igual. Y lo que también tengo claro es que por muy agobiado que esté, por muy asfixiado que vaya, y por muchos roces y golpes que esté recibiendo, no me voy a ahogar. Bueno, estoy casi seguro de ello…
Después de mentalizarme un poco y volver a la realidad, trato de coger un ritmo decente, de encontrar hueco y de recuperar un poco las pulsaciones y la respiración. Pienso en que, pese al estrés, lo importante es expulsar todo el aire debajo del agua. Soplo con fuerza en cada brazada para asegurarme de que lo estoy haciendo.
Me pongo a los pies de uno que me acaba de adelantar por la derecha. Va haciendo un poco de eses pero aun así me mantengo detrás de él. Al mirar hacia adelante para tratar de ver cuánta gente llevamos por delante, y para ajustar el rumbo, me doy cuenta de que no veo absolutamente nada. El sol está todavía muy bajo, nos pega de frente y se refleja en el agua. No tengo ni idea de si con mis dudas me he abierto demasiado a la derecha. Supongo que sí, pero por mi izquierda veo todavía demasiado follón como para que me apetezca volver hacía allí.
Por fin, después de unos 500m, empiezo a sentirme bien. Pese a seguir yendo rápido voy más relajado, más cómodo de respiración y los roces con otros triatletas son cada vez menos frecuentes.
Sigo unos cuantos metros nadando al mismo ritmo. En una de las miradas que echo al frente veo ya las dos boyas grandes que marcan el giro de 180º bastante cercanas. Me animo, empiezo a encontrarme más cómodo y el grupo ya va muy estirado por lo que hay espacio suficiente. Aprieto un poco el ritmo, aunque me guardo algo por si me encuentro mucho follón al girar.
Llego a las boyas y giramos en dos filas, unos pegados a las boyas y otros, yo entre ellos, pegados a ellos por el exterior. No hay nada de atasco ni de lío y giramos perfectamente, sin percances.
Al volver a mirar hacia adelante, ahora con el sol de espaldas, me doy cuenta de dos cosas. Una, que no llevo tanta gente por delante, pese a mi “agonía” inicial. ¡Bien! Y dos, que en este tramo de vuelta la gente toma distintos rumbos. Unos siguen pegados a las boyas en línea que hemos seguido hasta el giro, y otros se dirigen más hacia la derecha, hacia la orilla donde está la salida. Pienso que es mejor opción tratar de apuntar directamente hacia la salida y hacia allí voy.
Ahora, dentro del esfuerzo que sigo haciendo, la natación se me hace cómoda. Nadamos muy separados unos de otros. Yo nado sólo. Justo por delante de mí, a unos 50 metros, veo a 3 que están nadando juntos y que nadan en la misma dirección que yo. Decido esprintar para ver si los cojo y me pongo a nadar detrás de ellos. Acelero, y veo que me acerco, pero cada vez que levanto la cabeza para mirarlos me desespera ver que no termino de cogerlos. No me obsesiono y sigo con un ritmo rápido pero sin mirar tan a menudo. Tras un rato apretando consigo alcanzarlos y vuelvo a nadar a los pies de alguien, lo que me ayuda a ir más rápido con menos esfuerzo.
No veo las boyas o el pasillo de salida del agua, pero veo cada vez más cerca el puente delante del cual salimos hace un rato. Se distingue claramente y ayuda a orientarse bien. En una de estas miradas veo que vamos derechos hacia unas plantas que “flotan” en la superficie del agua. Entramos en la zona de vegetación y dos de mis acompañantes giran hacia la izquierda, más hacia el centro del embalse, para evitarlas. Yo sigo detrás del que sigue recto y que me va abriendo un camino “libre de maleza”. Se ve que tampoco le gusta la sensación de ir tocando las plantas y también se desvía a la izquierda. Yo sigo recto porque veo que el tramo con vegetación no es demasiado largo y… no tengo cosquillas.
Acaba la zona de plantas y estoy otra vez nadando sólo. Más a la izquierda llevo a dos o tres triatletas que van a mi ritmo. No veo todavía la salida, pero sé que quedan pocos metros y acelero la cadencia de brazada para tratar de ganar algún puesto.
Apareciendo detrás de unos árboles que sobresalen un poco de la orilla veo, por fin, las dos boyas que marcan el camino de salida. Veo que hay triatletas que ya se están poniendo de pie y corriendo hacia boxes. Empiezo a esprintar hasta la orilla. Gracias a ello adelanto a dos que se han puesto de pie demasiado pronto, y cuando toco con las manos en el suelo, me levanto rápido.
No me encuentro nada mareado -¡bien!- y salgo trotando mientras me quito las gafas. Cuando llego a la alfombra me empiezo a quitar el neopreno. Me cuesta un poco quitarme la manga izquierda donde tengo el reloj pero no pierdo la calma porque el camino hasta boxes es largo y tengo tiempo. Una vez que libero la mano me bajo el neopreno hasta la cintura para correr bien. Escucho una voz familiar que me llama por mi nombre. ¡Es Elsa!, me alegra verla y le saludo sonriendo.
Una vez que me alejo de ella me doy cuenta de que no he dado al botón “lap” del reloj para registrar el tiempo de la natación. Pulso el botón, escucho el pitido, miro la pantalla y veo un tiempo de 26:33. Pienso que en realidad habrán sido 20-30 segundos menos. Bueeeeeeno, no está del todo mal. Desde luego mucho mejor de lo que pensaba a los 500m de empezar.
Me adelanta un triatleta justo antes de entrar en boxes, pero yo no quiero correr más rápido porque ya voy bastante alto de pulsaciones. Mientras sigo corriendo me quito las gafas y el gorro de la cabeza. Doy la vuelta a los boxes haciendo la “compensación” que tenemos que hacer todos y me dirijo a mi puesto, el 127, que encuentro sin problemas.
Al llegar tiro las gafas y el gorro a la caja. Me pongo las gafas de sol y el casco de la bici mientras con las piernas me voy bajando las perneras del neopreno.
Me pongo el dorsal a la cintura, termino de quitarme el neopreno con las manos -esta vez rápido y sin problemas, no como en Bilbao- y lo dejo bien metido en la caja. Cojo la bici y salgo corriendo con ella hacia la salida de boxes.
Cuando llego a la línea para montarme el que llevo delante se para en seco y no me deja espacio. Le adelanto corriendo para tener sitio para subirme. Me subo en la bici, meto los pies en las zapatillas y doy unas pedaladas para acelerar un poco antes de atarme los velcros.
Me sorprende lo rápido que sale la gente, esprintando sin contemplaciones, por lo que meto el plato grande, me pongo de pie y trato de salir a tope detrás del que me precede. Salimos por una carretera “de enlace” hasta la general de Manzanares el Real, donde daremos 4 vueltas de 9Km y pico. Al llegar a la rotonda nos encontramos con un montón de público que se ha situado ahí para ver el segmento de ciclismo. Recibimos muchos gritos de ánimo pero no puedo prestar mucha atención porque seguimos en “modo sprint” y no hay tregua. Me voy esforzando a tope para tratar de pegarme al que llevo delante pero él a su vez está haciendo lo mismo con el que le precede y así sucesivamente. Voy a mi límite de pulsaciones, pienso que si esto no afloja no voy a aguantar demasiado. Afortunadamente vamos cohesionando un poco el grupo y esto hace que la gente se relaje un poco y se empiece a notar realmente el efecto del drafting -ir a rueda-. Miro hacia atrás y veo a algún grupito que pelea por recortarnos distancia sin conseguirlo por el momento.
Alcanzamos a un grupo de 3 y formamos un pelotón de unos 6-8 corredores que la verdad es que vamos como tiros. ¡Me encanta! He recuperado un poco las pulsaciones aunque no las tengo todas conmigo porque sé que este tramo se me va a hacer duro. Aprovecho para empezar a hidratarme con el bidón de bebida isotónica.
Escalo posiciones en el pelotón por “lo que pueda pasar”. Miro el reloj y vamos a 40Km/h. Rapidísimo para mí… ¡que siga la fiesta que los kilómetros van pasando!
Llegamos a la rotonda donde hay que dar la vuelta y antes de entrar en ella empiezo a gritar que “¡tranquilos, cuidado aquí!” para intentar evitar que los nervios de la gente ocasionen alguna caída. Giramos sin problemas, pero nada más terminar el giro se produce un ataque y 4 o 5 se distancian unos metros. Me vuelvo a esforzar a tope, a mi límite, para disminuir la distancia que han logrado. Detrás de mí veo que alguno me sigue en fila confiando en que yo consiga enlazar… y, afortunadamente, lo consigo. Una vez a rueda respiro hondo tratando de recuperar el resuello.
Llegamos de nuevo a la rotonda por donde hemos salido a la carretera general hace un rato y ahora tiene más público todavía. Hay una ligera pendiente por lo que estoy alerta por si se produce otro “hachazo”. Me pongo de pie para meter cadencia en la subidita y soltar los músculos. Hay tanta gente, y pasamos tan rápido, que no intento localizar a Elsa porque me resultaría imposible.
Seguimos haciendo kilómetros y el pelotón es cada vez más grande. Hemos ido cogiendo a gente y, a su vez, se nos ha ido uniendo algún grupito por detrás. Nos encontramos con una voluntaria de la organización que está de pie en mitad de la carretera y nos grita: “¡cambio de sentido en 100 metros!”. Nos vamos acercando a unos conos donde hay que dar la vuelta. Esta vez somos varios los que avisamos al resto, “¡cuidado aquí! ¡frenando!”, porque el giro es muy cerrado, sólo el ancho de la carretera, y hay que darlo muy despacio.
Nada más girar de nuevo se producen tirones que estiran mucho el grupo y tengo que volver a esforzarme a tope para mantenerme en él. Veo que hay gente que no puede y se queda atrás.
Pasan unos cuantos kilómetros más en los que, aprovechando lo llano que es el circuito y que circulamos en grupo, seguimos rodando rapidísimo. Se siguen produciendo de vez en cuando ataques por lo que nunca te puedes relajar del todo. Justo delante de mí un corredor coge el bidón y al hacerlo da una pequeña “ese” lo que le lleva a tocarse con el que tiene al lado que tiene que corregir bruscamente para mantener el equilibrio a duras penas… todo se queda en un susto pero yo les grito enfadado: “¡hay que tener cuidado que no estáis rodando solos!”. El simple hecho de imaginarme un enganchón y una caída en el grupo, sin posibilidad alguna de evitarlo, me pone la carne de gallina.
Cada vez que pasamos por la rotonda llena de público echo una mirada rápida a ver si encuentro a Elsa pero es imposible porque hay muchísima gente y tengo que ir atento a mis compañeros de grupo, los acelerones, etc.
De repente me saluda alguien que rueda a mi lado. Me cuesta un poco reconocerle por el casco y las gafas de sol pero termino por reconocer a Esteban, un compañero de mi empresa, que ya me habían comentado que era un fiera en esto del triatlón. Hablamos un poco y me explica que rodaba en un grupo de 3 que fue absorbido por el que estamos ahora. Nos damos ánimos y nos deseamos suerte.
A estas alturas vamos adelantando a gente con vuelta perdida continuamente. En el pelotón nos vamos avisando con gestos para que los de detrás, que no ven bien, estén prevenidos. Nuestro grupo es bastante grande, sólo podemos ir por uno de los carriles de la carretera porque por el otro circulan en dirección contraria, y cuando tenemos que adelantar a algún grupito más lento la cosa se pone bastante “estrecha y justilla”… pero por suerte parece que todos estamos atentos y rodamos con cuidado porque no vuelvo a ver “movimientos raros”.
De nuevo llegamos al giro de los conos y esta vez la frenada es más brusca -llegamos más corredores y todos quieren apurar la frenada-, alguno incluso derrapa con la rueda de detrás. Doy la curva por el interior y antes de ver cómo reacciona la gente salgo como un disparo. De nuevo hacemos unos 500m a tope hasta que se estabiliza un poco el grupo y el ritmo se relaja. Tras cada giro el pelotón pierde unidades y luego normalmente, y poco a poco, se van uniendo por detrás. Yo estoy muy atento y trato de estar siempre en la parte delantera para evitar quedar cortado y tener que darme un “calentón” para volver a enlazar.
Poco después de pasar la rotonda una vez más, nos adelanta una moto de la Guardia Civil con la sirena puesta. Detrás lleva una ambulancia… supongo que alguna caída. Me da pena y espero que no sea nada grave.
Empezamos la última vuelta, ahora ya vamos adelantando gente que circula más lento continuamente. Te puedes imaginar, por el ritmo que llevan, si es gente que iba por delante y que hemos cazado, o bien es gente con vuelta perdida. Pero es imposible estar seguro y, por tanto, no tengo ni idea de en qué posición aproximada iré en este segmento.
Llegamos al último giro cerrado. Me he relajado, estirando y tratando de soltar un poco las piernas, y circulo en la parte trasera del grupo. Cuando se produce el ataque esta vez me pilla demasiado atrás y veo como por delante se marchan 6-8 corredores. Los que llevo justo por delante no reaccionan, parece que están cansados y decido salir de su estela esprintando con todo lo que tengo para ver si enlazo con los que se han marchado por delante. Imposible, no consigo reducir distancias, miro hacia atrás buscando colaboración pero no llevo a nadie a rueda, también se han quedado rezagados. Tras 200-300m de esfuerzo máximo sin conseguir enlazar me resigno a hacer este último tramo en solitario. Me da rabia haberme despistado justo al final, pero pienso que quedan sólo unos 3Km hasta boxes y tampoco puedo perder demasiado tiempo. Aun así me esfuerzo al máximo para tratar de no perder la referencia visual con el grupo que he perdido. Voy adelantando a gente con vuelta perdida pero ruedan demasiado lento como para ponerme a rueda o pedirles que vayamos dándonos relevos.
Después de unos minutos que se me hacen duros llego a la rotonda. Abandono la carretera general donde hemos dado las cuatro vueltas y me desvío a la derecha, hacia la carretera “de enlace” a boxes, mientras otros que llevo cerca siguen de frente para seguir con sus 40Km.
Voy tan concentrado en ir rápido y no perder tiempo que, cuando veo de lejos la línea para bajarse de la bici, me doy cuenta de que todavía no me he descalzado. Rápidamente abro las zapatillas, saco los pies y esta vez no tengo ni que dar pedales pisándolas. Cruzo la pierna derecha por encima de la barra -en lugar de sacarla por detrás del sillín- y, por falta de flexibilidad o cansancio toco con el talón la barra del cuadro y me desequilibro un poco. Doy un “volantazo” y escucho que una chica del público dice “¡ay, que se cae!”. Afortunadamente no lo hago y consigo ponerme de pie encima de un solo pedal para saltar al suelo delante del juez.
Entro en boxes corriendo con la bici agarrada del sillín y, después de hacer la “compensación”, me dirijo a mi puesto mientras voy girando el dorsal para ponerlo en la parte delantera -obligatorio para la carrera a pie-. Al llegar, cuelgo la bici con algún problema y toco la que está colocada al otro lado de la barra. Su dueño, que está terminando de ponerse las zapatillas de correr, me mira con cara de pocos amigos. Consigo terminar de colgar la bici sin romper nada y creo que sin ganarme ningún enemigo. Me calzo las zapatillas, me quito el casco y las gafas y salgo pitando de boxes.
El recorrido son dos vueltas por la carretera que rodea el embalse y después hay que hacer un tramo hasta el centro de Manzanares el Real, donde está la línea de meta.
Me siento bastante bien de piernas para lo que me esperaba después del esfuerzo en bici. Sin embargo voy a tope de pulsaciones y me cuesta encontrar mi ritmo. Un triatleta con un mono en el que pone “Lasala Triatlon” que ha salido a la vez que yo de boxes se me va distanciando y no puedo evitarlo. Trato de no desmoralizarme y me mentalizo, “vamos Miguel, son sólo 10Km y no vale aflojar, hay que intentar ir a tope de principio a final”.
Voy recortando muy poco a poco la distancia con dos que veo por delante. El terreno es totalmente llano lo que ayuda a mantener buen ritmo a pesar del cansancio. Miro el reloj y veo que voy a 3:55/Km, lo que está muy bien para mí. Sin embargo sigo encontrándome demasiado acelerado de pulso y voy incómodo.
Adelanto a uno justo antes de pasar bajo unas duchas pulverizadas. Trato de acelerar un poco para dejarle atrás y que no trate de venir conmigo, creo que lo consigo. Llego a un avituallamiento con mesas a ambos lados de la carretera y un montón de voluntarios jovencitos que nos ofrecen “sales o agua”. Cojo un botellín de agua porque tengo la boca pastosa y ya he tomado suficientes sales en la bici. Los voluntarios nos animan cantando “¡… se merece una ola!”. Les tiro el resto de agua que queda en el botellín por encima y se ríen.
Empiezo a ver a corredores de vuelta. Llevan un ritmazo increíble… yo miro mi reloj y veo que me mantengo a unos 4:00/Km. Está muy bien. Me voy fijando en los que van de vuelta, algunos me suenan de haberlos visto en boxes o en la bici. De repente me encuentro los conos donde hay que girar y me quedo extrañado. No he llevado la cuenta, pero me da la sensación de que no han pasado demasiados corredores en dirección contraria. Es decir, ¡no llevo a muchos por delante!
Cojo una pulsera de goma que me dan unos voluntarios que están junto a los conos e inicio el camino de vuelta. Llevo 2Km y me empiezo a encontrar un poco mejor. Sufro menos para mantener el ritmo. Consigo bajar un poco las pulsaciones, lo que me permite ir un poco más desahogado. Adelanto a un triatleta muy alto y de constitución fuerte. Escucho como se pone detrás de mí y no se despega demasiado.
Sigo fijándome en los corredores que me cruzo, que ahora son los que van por detrás de mí. A muy poca distancia viene siguiéndome Esteban, mi compañero de trabajo. Le hago la señal de “ok” con el pulgar porque no tengo “fuelle” para decir nada. Sé que corre bien pero yo considero que más o menos también y voy a intentar que no me alcance. Un rato -y bastantes corredores- después me cruzo con Ángel, un piragüista veterano del Alberche. También nos saludamos con un gesto.
De lejos veo una chica cuya silueta me resulta familiar, ¡es Elsa! Me extraña que según me voy acercando no me saluda ni hace ningún gesto, hasta que me doy cuenta de que es porque está con la cámara. La saludo sonriendo cuando paso.
Llego a la altura de boxes y veo a mucha gente saliendo de ellos para empezar su tramo de carrera. No localizo los conos donde hay que girar para dar la vuelta y me preocupo un poco. Cuando encuentro al juez que marca la línea para bajarse de la bici le pregunto: “¿los conos?” y él me dice que es arriba, en la rotonda de la carretera. ¡Buf! Pensé que era antes, mentalmente se me hace largo el recorrido hasta allí.
Vuelvo a fijarme en que en dirección contraria ya están dando la vuelta. Me tranquilizo al confirmar que no me he equivocado de recorrido y que el juez sabía lo que decía. Tras ir pensando un rato estas cosas, me doy cuenta de que no he estado atento y que, para cuando quiero darme cuenta, ya me he cruzado con bastantes corredores por lo que otra vez no puedo “calcular” mi posición. Al girar en los conos aprovecho para fijarme en los que llevo por detrás. Muy cerca me sigue el “triatleta fuerte” al que adelanté hace un rato, “¡es duro el tío!”. No me da la sensación de que alguno venga recortándome terreno, lo que me tranquiliza mucho porque creo que el ritmo que llevo puedo aguantarlo sin problemas hasta el final. Me cruzo otra vez con Esteban, al que creo que he metido algo de tiempo.
Paso por boxes para iniciar mi segunda, y última vuelta. Aquí me uno a los que se están incorporando ahora a la carrera. “¡Vaya, ahora es imposible saber con quienes estoy compitiendo directamente y quienes van con vuelta perdida!”. Me encuentro otra vez con Elsa que me pregunta si es mi última vuelta. Le respondo que sí, que me faltan sólo 5Km, pero creo que no me oye.
Me adelanta el “triatleta fuerte”. No tengo fuerzas para mantenerme con él y se me distancia 4 o 5 metros. Miro el reloj y confirmo que sigo a un buen ritmo de 4:00-4:05/Km. Es él el que ha pegado un buen cambio. No me desamino, sigo a lo mío y voy adelantando a gente con vuelta perdida.
Paso de nuevo por la ducha y por el avituallamiento, ya me falta poco. Veo a un corredor parado en la cuneta estirando el gemelo y le grito “¡ánimo!”. Él me lo agradece con un gesto pero tiene cara de dolor.
Llego a los conos, cojo la segunda pulsera de goma y empiezo el camino de vuelta. Pienso en que ahora hay que llegar hasta el pueblo pero, de todas formas, “¡esto está hecho Miguel!”. Me fijo en que por detrás, a los que creo que están en mi vuelta, les he sacado más distancia. Sólo me queda concentrarme en lo que llevo por delante… en este caso el “triatleta fuerte” al que llevo unos 10 metros por delante.
A estas alturas me siento algo cansado pero voy disfrutando de la carrera. A diferencia de los 2 primeros kilómetros y, sobre todo de la media maratón final de Bilbao, me siento ligero y las piernas me responden bien. Voy muy alto de pulsaciones pero a la vez voy “cómodo” y mantengo una mentalidad positiva.
Echo una ojeada al reloj y veo que me quedan unos 3Km. No he reducido mucho la distancia con el rival que llevo por delante, pero pienso que en el tramo de carretera que va desde boxes hasta el pueblo tiende ligeramente hacia arriba y ahí voy a darlo todo y a tratar de alcanzarle aprovechando que soy más ligero.
Paso por donde están los boxes y todavía hay gente llegando con la bici.
Acelero el ritmo, corro todo lo rápido que puedo pensando en que me quedan menos de 10 minutos de carrera. Me acerco poco a poco al “triatleta fuerte”. Le tengo a tiro, él se da la vuelta, me ve acercarme e intenta acelerar. Pero le he recortado la distancia que me llevaba en muy poco tiempo y eso me da confianza. Justo antes de llegar a la rotonda de la general le alcanzo y le adelanto tratando de subir todavía un poco más el ritmo. Aprovecho la cuestecita que llega a la rotonda para acelerar mi cadencia y tratar de distanciarme. No miro hacia atrás pero escucho sus pasos y jadeos cada vez más lejos.
Al llegar a la rotonda los voluntarios, en lugar de hacerme cruzarla de frente -lo que sería ir directo hacia el pueblo-, me indican que siga los conos que giran a la derecha siguiendo la carretera que antes hacíamos en bici… me preocupa que hayan cambiado la meta de lugar a última hora y sin avisar porque ¡Elsa está en el pueblo esperando mi llegada!
Sigo los conos y me salgo hacia la derecha de la carretera por un camino de tierra, “¿pero a dónde nos lleva esta gente?”. Me hacen señas para que coja una cuesta de tierra suelta mientras me gritan “¡cuidado que resbala!”. Bajo sin frenar, arriesgando, doy una curva muy cerrada a la izquierda, donde efectivamente resbalo un poco, y paso por debajo de la carretera general, por un pequeño túnel, en dirección al pueblo. Pienso que nos han metido por “la puerta de servicio” pero me alivia saber que la meta seguirá estando en la plaza del pueblo.
Subo unas escaleras, echo un vistazo hacia atrás, y veo que el “triatleta fuerte” por fin parece que se ha rendido y ha perdido bastante terreno. Por delante llevo a otro competidor al que también me he acercado bastante. Le reconozco, es el que me dejó atrás al salir de boxes al comienzo de la carrera. Miro el reloj, veo que llevo 8,5Km y pienso que ¡voy a intentar cogerle en el kilómetro y medio que falta!
Entro en las calles del pueblo, subo una cuesta bastante empinada, giro a la izquierda y ¡de repente me encuentro en la recta de meta! “Pues va a ser que no son 10Km de carrera…”.
Me da igual, veo a Elsa a la derecha grabando con la cámara y la sonrío feliz. Acelero un poco más para entrar bajo el arco de meta levantando los brazos.
Cuando me recupero un poco me reúno con Elsa que al verme me dice: “¡pero bueno tío!”. Le pregunto qué pasa y me dice: “¡que habrás quedado entre los 15-20 mejores!”. La miro con los ojos como platos, sorprendidísimo y muy contento.
Voy hacia el avituallamiento que han puesto en meta. Muy bueno y completo. Me encuentro con el “triatleta fuerte”, comentamos un poco la carrera y nos damos la enhorabuena mutua. También con el que llegó delante de mí, del club Triatón Lasala, que me comenta que al final iba mirando para atrás “cagado” pero que aguantó. Al poco rato llega mi compañero Esteban, charlamos un rato y calculamos que le habré sacado sólo un par de minutos. Como y bebo un poco de todo. Tengo hambre, no tengo nada de malestar y esa es buena señal.
Me apunto a que me den un masaje los fisios que ha puesto la organización. Un lujo, me dejan como nuevo. Y, para terminar, Elsa y yo vamos otra vez a la recta de meta para ver y aplaudir a todos los que van llegando. Resulta muy emocionante ver las caras de satisfacción de la gente que ha conseguido superar “su reto”. Ésta es la grandeza del deporte.
Los tiempos -según cronometraje oficial- y las distancias -según mi reloj- fueron:
-Natación: 26:01 - 1600m (ritmo 1:38/100m, puesto 50º)
-T1: 2:44
-Ciclismo: 58:37 - 37,65Km (velocidad 38,5Km/h, puesto 14º)
-T2: 1:00
-Carrera: 36:53 – 9,1Km (ritmo 4:03/Km, puesto 14º)
Tiempo final: 2:05:17
Puesto final: 12º de 392 triatletas que tomamos la salida
¡GRANDISIMO resultado para un deportista aficionado y “del montón” como yo!
Conclusión clara: da gusto sentir que te ha salido una “buena carrera”, pero sigo convencidísimo de que lo principal es seguir teniendo salud, seguir haciendo deporte y seguir disfrutando todo lo posible. Y esto se puede hacer vayas más rápido o más lento, ganes a más, a menos, o incluso a ninguno… las caras de satisfacción de los que entraban los últimos me lo confirman.
Fotos:
Página Oficial Astromad
Galería Jaime Olivares
Las fotos más "personales" y los vídeos se los tengo que agradecer, como siempre, a Elsa.
Fotos:
Página Oficial Astromad
Galería Jaime Olivares
Las fotos más "personales" y los vídeos se los tengo que agradecer, como siempre, a Elsa.
Me ha gustado mucho el relato.
ResponderEliminarMuy bueno Miguel,das mucha envidia!
ResponderEliminarBuenas Miguel,
ResponderEliminarEste año me meto en el reto de hacer mi primer tri olímpico. Él años pasado hice un sprint y el anterior otro. El primero fue un desastre y el segundo en cambio lo disfrute mucho. Tengo el problema que soy un cepo nadando, hago los 1500 a ritmo de 1,52 aprox así que ya ves.... Pero bueno solo quería decirte que me encantan tus relatos me los he leído todos!! Un abrazo desde San Sebastián, país vasco, Andoni
Gracias Andoni. Tranquilo y ánimo con la natación. Yo ahora ando también "perdido", se me ha olvidado nadar y cada día que voy a nadar se convierte en una lucha y análisis mental a ver si me voy descubriendo los fallos!
EliminarPero estoy entretenido, es lo bueno del triatlón, entrenar distintos deportes.
Este año a ver si puedo competir algo más que el pasado me lo tiré casi en blanco.
Ánimo con la distancia olímpica, a mí creó que es la que más me gusta.
Ya me contarás, que siempre gusta conocer las experiencias de los demás.
Un saludo.
Gracias Andoni. Tranquilo y ánimo con la natación. Yo ahora ando también "perdido", se me ha olvidado nadar y cada día que voy a nadar se convierte en una lucha y análisis mental a ver si me voy descubriendo los fallos!
EliminarPero estoy entretenido, es lo bueno del triatlón, entrenar distintos deportes.
Este año a ver si puedo competir algo más que el pasado me lo tiré casi en blanco.
Ánimo con la distancia olímpica, a mí creó que es la que más me gusta.
Ya me contarás, que siempre gusta conocer las experiencias de los demás.
Un saludo.