Bueno, aquí estoy de nuevo. Ya se sabe cómo es esto de los blogs, lo
de siempre, se empieza con mucha ilusión pero, como para todo, hace falta
tiempo para llevarlo un poco al día, ¡y el tiempo libre ya se sabe que está muy
caro en estos días!
Voy a tratar de retomarlo, aunque sea de forma más breve o
esquemática, porque me gusta tener un recuerdo escrito de las competiciones que
hago. Me he dado cuenta de que si no se deja por escrito al menos una breve
reseña al final los recuerdos terminan por mezclarse unos con otros y no te
queda una “imagen” clara de lo que hiciste y sentiste en cada competición.
En primer lugar quiero comentar brevemente las competiciones en las
que participé desde la segunda mitad del 2014 hasta ahora, que es lo que me había
“olvidado”. No son muchas. Hay un poco de todo: piragüismo, carrera y ¡mi
primer cuadriatlón!
09/08/2014 – 78º Descenso Internacional del Sella
El año 2014 fue el año que menos pude entrenar en piragua desde que
empecé a remar de forma un poco constante a los 18 años. Las dificultades
“logísticas” en Madrid y, como no, la falta de tiempo, hicieron que pudiese
montar en piragua sólo algún fin de semana suelto. Y, aunque en julio-agosto
intenté hacer alguna sesión de agua larga para acostumbrar al cuerpo, la verdad
es que cuando llegó la fecha del Sella mi estado de “forma piragüistica” era
bastante mejorable (pésimo, vamos).
Primer susto, ¡la semana previa me enteré de que a mi club de Madrid
se le había olvidado inscribirme para el descenso! Después del agobio, el
casi-drama al ver que no iba a poder participar y de llamar a todo el mundo,
conocidos y organización, conseguí que me inscribieran. Y siguiendo con la
racha en el sorteo de puestos de salida me tocó salir atrás del todo, el 96 de
100 en mi categoría (K1 senior). ¿Sorteo o metemos a éste que se ha inscrito
fuera de plazo detrás de todos para que no moleste? No me importó mucho la
verdad, iba a bajar a disfrutar. O eso pensaba…
Los preparativos y los nervios de última hora, la emoción con el
pregón de Dionisio y el Asturias Patria Querida… todo igual (de bien) que
siempre.
“Piragüistas, preparados, ¡ya!”.
Salida precipitada y primer chapuzón al intentar saltar a la piragua.
Achique, vuelta a montar esta vez con más calma, y para adelante. Follón en la
primera curva, me embiste un K2, timón doblado y pie a tierra en la orilla para
tratar de enderezarlo. Vuelvo a montar, acelero todo lo que puedo al verme
rodeado de cadetes, veteranos y algún que otro “turista” (que salen más atrás
que nosotros) y acabo metido en todo los líos. No era mi día y yo no estaba muy
habituado a la competición, la verdad.
Ahí no acabó la cosa. Iba con el timón tocado, algo doblado, desde el
choque del principio y por ello en los rabiones, cuando éste tocaba las piedras
del fondo, se enganchaba subido y yo me quedaba con la piragua “loca”, sin poder
gobernarla. Un par de veces que me pasó el timón volvió a bajarse sólo y pude
continuar. Pero a la 3ª o la 4ª, en el kilómetro 3 de río, me volvió a pasar.
En una curva a la derecha me quedé sin timón. La piragua se me giró sola a
causa de la corriente con la mala suerte que me puso de costado contra otro
chorro de corriente muy fuerte que venía por otro “ramal” del río. Al entrar en
la corriente de costado lógicamente me desequilibré y tuve que hacer un apoyo
muy fuerte para intentar enderezarme. El resultado: un chasquido muy fuerte y…
Pala partida por la pértiga, con el correspondiente vuelco. Al estar
en el agua, tratando de agarrar la pala partida en dos y la piragua llena de
agua, el proel de un K2 que pasó me dijo “es que se te había quedado el timón
arriba”. Gracias por la información, pensé.
Al lograr salir a la orilla analicé las opciones que tenía: bajar el río
con una sola pala, en plan canoista, o intentar salir a la carretera a ver si
alguien me bajaba en furgoneta. Puesto que quedaban demasiados kilómetros, y que
sólo con la pala de un lado me iba a caer bastantes veces, decidí
salir a la carretera. Conseguí que me recogiera (a mí y a mi piragua) una mujer inglesa que iba con sus dos hijos. Ellos también eran piragüistas e iban siguiendo a su marido/padre que estaba compitiendo. Fui muy entretenido practicando el inglés hasta que me dejaron en
Llovio tras darles las "thankyous".
Al llegar al río y ver a los piragüistas pasar bajo el puente de tren fue el
primer momento en que me sentí triste porque me dí cuenta de que había “perdido” el Sella y hasta
dentro de un año no iba a poder bajarlo. En realidad, y analizado más tarde en frío,
no me había perdido el Sella, ¡el Sella también son estas cosas!
Afortunadamente el día terminó bastante mejor de lo que empezó: ¡con
una divertida comida junto a mi familia asturiana!
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