Toño, Elsa y yo nos apuntamos a la carrera 10Km Villa de Cistierna. No
la conocíamos pero buscábamos una carrera no demasiado dura, ni exigente, como
pretexto para ir de excursión por aquella zona. Una vez apuntados nos enteramos de que sí que iba a resultar algo dura puesto que se trataba de una carrera de
montaña… y ya sabemos lo que eso implica: caminos, piedras, fuertes desniveles,
etc.
Toño debutaba en el “mundillo del trail” y, cumpliendo a rajatabla lo
que dice el manual del buen corredor, estrenaba zapatillas compradas la tarde
anterior. Creo que el manual no tiene en cuenta que si son naranjas chillonas y
muy guapas, se puede hacer una excepción… Su objetivo era simplemente probarse
en una carrera de este tipo que, aunque no demasiado larga, sí tenía un par de
subidas duras.
Elsa estaba un poco “pachucha” por lo que decidió acompañar a su padre
haciendo grandes esfuerzos por no escuchar a su vocecilla interior que le
gritaba constantemente: “llevas a una chica que corre menos que tú por delante,
¡adelántala pero ya!”.
Y yo, una vez más, me la tomé como un entrenamiento “de calidad”. El
día anterior había hecho una salida en bici de carretera de 60Km con subida a
un puerto incluida y nada más llegar a casa salí a correr, sesión corta pero
rápida. No podía perder la ocasión de hacer uno de los últimos (de los pocos,
en realidad) entrenamientos específicos para el triatlón al que me había
apuntado el fin de semana siguiente. Como en bici no es que esté muy fuerte que
digamos, la salida me dejó las piernas algo tocadillas.
Con el relax del verano, la buena acción del día (nos encontramos un
móvil y se lo devolvimos a su dueña tras hablar con todos sus contactos y
levantarla de la cama), y una “pequeña” equivocación en la carretera, al final
se nos echó el tiempo encima. La carrera empezaba a las 11:30 y llegamos al
pueblo a las 11:20. Teníamos que encontrar la zona de salida, recoger los
dorsales, pasar por un baño… nos salvó que aquello no era precisamente Nueva
York y quedaba todo bastante a mano. Ventajas de los pueblos y de estas
carreras “familiares”. Aprovechamos el estrés y las prisas para calentar, ¡no
hubo tiempo ni de la clásica foto pre-carrera!
Después de enterarnos en qué dirección se salía (había corredores a
ambos lados del arco de salida mirando en las dos direcciones posibles…), nos
colocamos los tres juntos bastante atrás, a mitad del grupo.
Toño y Elsa me dijeron que me pusiera más adelante ya que iba a ir más rápido. No estaba mentalizado al 100% y por eso les dije que no pasaba nada, que
ya iría adelantando cuando diesen la salida. Pero una vez que empecé a fijarme en
la gente que tenía por delante, algunos con aspecto de no correr demasiado, me
despedí de ellos dos e intenté avanzar un poco. No pudé llegar a las primeras
filas porque todo el mundo estaba ya muy apretado. Me situé en la 4ª o 5ª fila
confiando en que se despejara rápido una vez que empezásemos a correr.
Una breve cuenta atrás por megafonía y… ¡SALIDA!
No salgo a tope (pienso en que 10Km con subidas y con el calor que
hace se me van a hacer duros) pero sí rapidillo para ir adelantando a gente. A
los 200m giramos 90º en un cruce y veo como algunos de los que llevo por
delante hacen la curva por encima de la acera. En poco tiempo adelanto a las
primeras chicas y ya me coloco en lo que me da la sensación de que es “mi
sitio”. Por delante llevo todavía a bastantes corredores, unos 20 calculo, que
se me van distanciando poco a poco.
Damos otro giro de 90º y entramos en un camino de tierra. El recorrido
sigue siendo totalmente plano pero ahora ya vamos colocados, en fila, mientras
nos fijamos bien donde ponemos los pies. Me adelanta un chico grande vestido de
negro al que sigo a unos metros y, poco después, un señor algo mayor al que
escucho que lleva la respiración forzadísima… ¡calma que acabamos de empezar y
queda lo duro!
El camino por el que corremos llega a la carretera nacional. Hay un
coche de la Guardia Civil cortando el tráfico para que podamos atravesarla.
Nada más cruzarla, la pista empieza a subir bastante, mucho… ¡demasiado! Miro el
reloj, llevamos 1.800m y toca cambiar el chip. De la rápida carrera llana y “de
asfalto” que hacíamos hasta ahora pasamos a la carrera “de montaña”.
Mentalmente cuesta un poco dejar de sentir que estás corriendo ligero y empezar
a mirar al suelo, mientras das pasitos cuesta arriba y tratas de que no se te
disparen mucho las pulsaciones.
Adelanto al señor de la “respiración forzada” y recorto un poco de
terreno al chico de negro que llevo por delante. Llegamos a un primer
avituallamiento que está en una curva de la pista, en plena subida. Veo que
nadie afloja para coger agua, hace demasiado poco que hemos empezado, pero yo decido
coger un botellín y me lo echo por encima para refrescarme.
Me encuentro de frente con un fotógrafo que me anima diciéndome que
voy muy bien y que ya queda poca subida.
Efectivamente la pista pierde pendiente y poco después empieza a descender.
Es una bajada cómoda en la que se puede alargar la zancada e ir rápido sin
peligro. No alcanzo a los dos que veo por delante y tampoco me sigue nadie de
cerca. Voy corriendo sólo escuchando mis pisadas y mi respiración.
La bajada por la pista termina y llegamos otra vez a Cistierna. Voy
siguiendo unos cartelitos con flechas que indican el recorrido. Al pasar por
una calle estrecha me encuentro con unos viejecitos asomados a su puerta y a su
ventana supongo que mirando con curiosidad a tanta gente corriendo por delante
de su casa con el calor que hace. Les saludo sonriendo y el señor me responde
“¡buen día!”.
La calle empieza a picar de nuevo hacia arriba mientras voy saliendo
del pueblo. Giro bordeando un parque con columpios para niños y observo de
lejos que los que llevo por delante esta vez sí cogen agua en el
avituallamiento. Yo cojo una botella y de nuevo apenas puedo beber nada por mi
respiración agitada. Me mojo los labios y me la tiro por encima.
Abandono el asfalto y empiezo a subir por una pista de tierra
y piedras. Es una subida menos dura que la del comienzo pero empiezo a sufrir.
Me doy cuenta de que no voy muy bien de piernas, siento que me falta fuerza en
los cuádriceps y por ello tengo que dar los pasos más cortos de lo normal. En
ese momento me acuerdo de mi entrenamiento de bici del día anterior…
Como puedo, termino la subida y abandono la pista para coger un
sendero estrecho que va entre árboles. Esta zona es llana y es muy bonita por
lo que se puede disfrutar, un poco, de las vistas que hay del pueblo desde la
altura. El sendero es estrecho y hay que ir “jugando” evitando las ramas de los
árboles.
Empieza una bajada un poco “técnica” en la que voy muy atento para no
tropezarme ni resbalarme.
El caminillo de tierra por el que bajo desemboca en una calle muy
inclinada de cemento rayado. Bajo todo lo rápido que me permiten las piernas.
Cuando la carretera se nivela un poco paso junto a unos niños que están
animando y me chocan la mano.
Llego a una de las calles principales de Cistierna y acelero todo lo
que puedo. Miro el reloj para comprobar el ritmo y veo que voy a menos de
4´/Km, muy bien. Pero también veo que sólo llevo 6,5Km, ¡muy mal! Me encuentro
muy cansado, no sé si es el calor, o el cansancio de la bici, o qué, pero la
verdad es que pensar en que me quedan 3,5Km más se me hace un mundo.
Trato de quitarme esos pensamientos de la cabeza y aprovechando que la
calle es larga y recta me fijo en los que llevo por delante. Veo a dos corredores
que me sacarán unos 100-150m. A pesar del cansancio, al ser un terreno liso y
llano, siento que estoy corriendo bastante rápido. Me animo un poco, ¡venga que
te quedan menos de 15min corriendo!
Un guardia civil que está cortando el tráfico de la calle por la que
corremos me señala el desvío que tengo que coger. Volvemos a meternos por una
pista de tierra pero es llana, ancha y de buen piso. Sigo corriendo bastante
rápido pero escucho unos pasos que se me acercan por detrás.
Cruzo una vía (confío en que no venga un tren) y llego al 3er
avituallamiento. Esta vez sí me fuerzo a beber algo de agua. El resto me lo
vuelvo a echar por encima y ¡da gusto el agua fría por la espalda!
Me adelanta el causante de los “pasos que me perseguían”. Observo que
es un veterano de un club de atletismo de León. Corre que se las pela y yo voy
asfixiado, ni pensar en hacerme el valiente y tratar de seguirle.
Sin embargo, parece que no soy el único que sufre y uno de los que
llevaba por delante empieza a “pinchar”. Le alcanzo y, tras unos metros en que
trata de seguirme, escucho que se queda atrás. Poco después, mientras rodeamos
un complejo deportivo, alcanzo al “chico de negro” que me adelantó al principio
de la carrera. Si yo le adelanto con esta facilidad quiere decir que no ha
medido bien y va muy fastidiado…
¡Me quedan menos de 2Km! Son menos de 10 minutos por lo que decido
olvidarme del calor y el agarrotamiento de piernas y me pongo a hacer “una
serie” a lo que aguante. Delante, a unos 50m, veo a un corredor que va vestido
de triatleta. Poco a poco me da la sensación de que le voy recortando terreno.
Pasamos por un túnel que cruza las vías del tren por debajo y empezamos a subir
una ligera pendiente. Alcanzo al triatleta, va jadeando agónico, y se queda
atrás.
Damos un giro de casi 180º en la plaza del ayuntamiento y comenzamos a
bajar por la calle donde tenemos aparcado el coche. Esto lo conozco, no queda
mucho y hay poco de desnivel favorable. Aprieto todo lo que puedo más forzado
de piernas que de corazón. Hay gente a ambos lados de la carretera animándonos.
Miro hacia atrás y no llevo a nadie cerca por lo que me centro en disfrutar los
últimos metros. Alargo un poco la zancada y paso bajo el arco meta.
Paro el reloj y busco una sombra, ¡qué calor hace! Me acerco al
avituallamiento de meta donde hay un montón de bebida y fruta fresca. No hay
mucha variedad pero la bebida isotónica y la sandía fresquita sientan de miedo.
Tras reponerme un poco voy a la recta de meta a ver llegar a Elsa y
Toño. Mientras llegan animo a todos los que pasan. Un ratillo después les veo a
lo lejos. Cuando llegan a mi altura les aplaudo y les grito “¡muy bien
máquinas!”. La verdad es que a Toño se le ve forzado…
Tiene pinta de ir sufriendo
bastante. A Elsa se le ve mejor cara. Aunque también es verdad que a ella no le
cambia mucho ni siquiera cuando sufre. Cuando entran bajo el arco de meta Elsa
agarra el brazo a su padre y se lo levanta. Ha cumplido, ¡ya es “finisher” (que
dicen los modernos) de su primera carrera de montaña!
Nada más pararse Toño va a tumbarse en una sombra levantando las
piernas. Parece que sí lo ha dado todo… Elsa y yo le llevamos agua y tras unos
minutos de recuperación vuelve a ser persona.
Echamos un vistazo a las clasificaciones, teorizamos sobre qué puesto
podría haber hecho Elsa y vamos a la piscina municipal que es donde la
organización nos deja ducharnos. Al llegar allí… ¡piscinaza descubierta de 50m
con poquísima gente! No puedo evitarlo y me pego una nadada que disfruto un
montón. El agua está muy fresca pero sienta bien.
Para terminar la gran jornada nos pegarnos un pequeño homenaje en un restaurante que nos había recomendado una amiga que es del pueblo. Sin duda una buena
recomendación, recuperamos con creces lo que habíamos perdido corriendo por los
montes.
Conclusión: la de siempre, qué bien lo pasamos haciendo estas cosas. Mi tiempo fue 41:20 en algo menos de 10Km. Ritmo 4:08/Km lo que,
teniendo en cuenta el par de subidas que había y la “flojera de piernas” que tuve, me
deja bastante satisfecho. Finalmente quedé el 16º de 128 participantes. Bien,
aunque a "unos cuantos" minutos de los primeros…
El track de la prueba:
Enlace la clasificación:
Clasificación
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