El
pasado domingo día 9 de marzo disputé el Medio Maratón Internacional de
Santander. Fue mi tercera media pero, en gran medida, la viví como si fuera mi
estreno.
La
primera media maratón la corrí hace ya cuatro años. Fue la media maratón “Ruta
de la Reconquista”. El recorrido de esta media es “peculiar” y duro. Hay que
subir desde Cangas de Onís hasta Covadonga -al final con unas rampas
impresionantes- y volver a bajar a
Cangas.
Medio Maratón Ruta de la Reconquista 2010, ¿qué estás en una carrera o de paseo por Asturias?
Aquella
vez la preparé en Canarias, prácticamente desde cero, sin mucha idea y de forma
un poco anárquica. Corría solo, sin referencias, ni GPS. No tenía ni idea de a
qué ritmos entrenaba, ni los kilómetros que hacía, ni nada. Me limitaba a
correr 4 días a la semana. Tres días hacía tiradas de unos 40-45min a ritmo
“vivo” y un día hacía una tirada “larga” en la que casi siempre acababa yendo también
todo lo rápido que podía. A pesar del “descontrol” de entrenamientos conseguí
terminar decentemente la prueba. La carrera la hice muy conservador en la
primera parte -demasiado- ya que iba con miedo a no poder terminar, y al final,
cuando vi que realmente quedaba poco y todavía tenía fuerzas, pude acelerar
bastante. Mi marca fue 1h32´ que me dejó satisfecho en un primer momento, pero
poco después ya empecé a pensar que quizás habiendo corrido mejor, a un ritmo
más constante durante toda la carrera, me podría haber acercado a la marca
psicológica de 1h30´.
Mi
segunda media maratón fue la de Santander del año pasado. Cuando la estaba
preparando empecé a tener unas molestias en la rodilla izquierda, creo
que debido a que había empezado con la bici después de años sin subirme a una y quizás empecé demasiado fuerte, sin días de descanso. En cualquier caso, la
medio lesión me convenció -creo que ya lo estaba antes de lesionarme- de que
era una magnífica oportunidad para hacerla más tranquilo, acompañando a Elsa en
lo que iba a ser su debut en la distancia. La rodilla me molestó desde el
kilómetro 5 pero aun así disfruté mucho corriendo por mi ciudad y viendo como
Elsa hacía una gran carrera. Me llevó a buen ritmo y terminamos con un muy buen
tiempo de 1h40´54´´. Lo mejor, sin duda, fue la llegada a meta. Ella lloró de
emoción en los últimos metros y yo… no lo recuerdo bien, que memoria la mía.
Emocionante llegada del Medio Maratón de Santander 2013
Este
año me propuse intentar prepararme un poco bien para ver si podía bajar de la
1h30´a la que me acerqué en la primera. En realidad, durante el entrenamiento,
no corrí muchos kilómetros semanales. Es más, creo que hice más bien pocos
comparándome con lo que corren otros que saben de esto. Yo sólo corría 3 días a la semana. Uno, carrera a
ritmo constante y rapidillo de unos 9-10Km. Otro, “series” más largas o más
cortas, o cambios de ritmo, y también unos 40min en total. Y el tercer día lo
hacía el fin de semana con una tirada larga en la que llegué a correr 17-18km.
El entrenamiento largo lo compartía con Elsa lo que ayudaba a hacerlo más
entretenido aunque yo, para poder hacerlo a un ritmo un poco superior al suyo, “iba y venía” acompañándola a ratos. Los kilómetros de carrera que me han
faltado en mi preparación creo que los he compensado, al menos en parte, con lo
que llaman “entrenamiento cruzado”, lo que en mi caso supone: hacer de todo
-nadar, bici, remar- todo lo que mis ajustados horarios me permiten.
La
verdad es que la zona donde vivimos ahora es muy dura para correr. Salgas por
donde salgas son todo cuestas. Los últimos meses, además, han sido malísimos en
cuanto a frío, viento y lluvia, con lo que la preparación ha resultado bastante
dura y los ritmos “de prueba” la verdad es que no salían muy buenos. A causa de
ello Elsa dudaba de su estado de forma en comparación con el del año pasado,
pero yo siempre le decía que si habíamos aguantado esos
entrenamientos luego la carrera se nos iba a hacer “pan comido” -¡intentando
convencerme a mí también!-.
Quince
días antes de la carrera pasamos un fin de semana de relax en Segovia. Teníamos
pensado hacer por allí la “carrera larga” pero coincidió que había una carrera
popular de 10Km que recorría todo el casco histórico. ¿Qué mejor manera de
visitar la ciudad? Sin ni siquiera poder inscribirnos nos plantamos en la
salida y aunque salimos los últimos y habíamos quedado en hacerla tranquilos,
Elsa se puso a adelantar gente desde el principio, ¡y no paró de hacerlo hasta
el final!. Corrió muy bien, a muy buen ritmo y además se la veía muy cómoda.
Carrera 10Km en Segovia
El
fin de semana de turismo se convirtió sin quererlo en un buen test que sirvió
para subirnos un poco la moral. Yo después de los 10Km seguí corriendo otro
rato a un ritmo un poco más alto para aprovechar bien el día. Las sensaciones
fueron buenas y, por primera vez, pensé que el ritmo de 4:15/km (necesario para
terminar la media en 1h30´) podía ser alcanzable y -de lo que dudaba hasta
entonces- “mantenible” durante tanto tiempo.
Sin
embargo, después del buen sabor de boca que nos dejó Segovia, las dos últimas
semanas de puesta a punto se nos complicaron bastante. Primero, Elsa cogió una
gripe que la mantuvo cuatro días en cama. Y segundo, aunque simultáneo, a mí me
trasladaron en mi trabajo. Los trayectos se alargaron y me tuve que borrar del
gimnasio que tenía pegado a la oficina, con lo que me resultó imposible
aprovechar los escasos momentos libres que tengo entre semana. Los días de
“descanso activo”, bajando kilómetros y manteniendo la intensidad, se
convirtieron en un descanso total -y negativo por la enfermedad- para Elsa y en
uno prácticamente total para mí. No fue total porque corrí, más bien troté, un
día a las 6:00 de la mañana, con un frío increíble, recién levantado y sin
desayunar. Y otro lo hice igual pero con Elsa. Entrenamiento “cruzado” cero
patatero. Lo que sí pudimos salvar fue una última tirada larga con un precioso día
de viento, frío y lluvia. Duro e incomodísimo, pero sorprendentemente nos salió
un ritmillo que a los dos nos dejó bastante satisfechos. Al menos sirvió para
que Elsa recuperara su moral, muy tocada después de haber estado mala…
Pero
bueno, después de las excusas que nunca faltan en cualquier deportista popular
que se precie, llegamos al fin de semana de la carrera.
El
sábado por la mañana pasamos a recoger los dorsales en los puestos que habían instalado frente a correos. Tengo el número 1000, redondo. Bromeo con Elsa y le
digo que es que los cabezas de serie siempre tenemos números fáciles para que
nos reconozca el público.
Recogiendo los dorsales
Por
la tarde vamos a ver el estreno de la película/documental “Fiz, puro maratón” al
palacio de congresos, en el Sardinero, para ambientarnos y ver si se nos
“pegaba” algo. La peli muy chula, pero mejor todavía la charla de después.
Estaban Martín Fiz, Abel Antón, Fabián Roncero, Alberto Suarez -campeón
paraolímpico de maratón- y el director y guionista del documental. Nos contaron
experiencias de sus años en la élite, lo que entrenan ahora -¡que sigue siendo
bastante!-, anécdotas varias... lo dicho, muy entretenido.
En la presentación de "Fiz, puro maratón"
Allí
nos encontramos, entre algún conocido más, con Nuria, una amiga de Elsa que es
una máquina de las carreras de montaña o “trails”. Nos comentó que ha empezado
a entrenar con un entrenador, que corre 6 días a la semana y que, aunque no le
gusta correr por asfalto, iba a correr la carrera “a tope” para medirse y que
su entrenador tuviera referencias. Como sé que Elsa es muy competitiva le dejé
claro desde el principio que se olvidara de su amiga y fuera exclusivamente a
lo suyo… ¿me haría caso?
El
domingo, día de la carrera, nos levantamos muy espabilados y descansados. Desayunamos
3 horas antes y nos preparamos. Yo decidí ir con ropa fresca porque la
previsión decía que iba a ser el primer día primaveral en Cantabria, con sol y
buena temperatura. Elsa estuvo dudando si ir abrigada o ir “de verano”, y al
final optó por una solución intermedia. La parte de arriba con una camiseta de
tirantes fresca y la de abajo con unos pantalones por debajo de la rodilla y
unas medias compresoras. Me pareció que iba demasiado abrigada y se lo dije.
Ella dudó, pero al final optó por ir así porque no quería hacer muchos cambios
respecto a la ropa que había estado utilizando en los entrenamientos.
A
las 9:40 salimos de casa y a las 9:45 nos reunimos en el Paseo de Pereda con
Toño e Iván, el padre y el hermano de Elsa, que también van a correr. Cuando
les damos sus dorsales y se los están poniendo alguien me da un toque en el
hombro y al darme la vuelta me sorprende encontrarme con Alessandro, un
compañero de trabajo al que conozco porque hace triatlón. Me dice que se apuntó a última hora pero que no va a correr a tope porque le molesta una
rodilla. Nos deseamos suerte y nos despedimos.
El equipo "antes"
Llegamos
al arco del Banco Santander, lugar de la salida, y está todo lleno de gente.
Bastante público y muchos corredores calentando. El día acompaña.
Noto
a Elsa muy nerviosa, me hace gracia y me alegra porque demuestra que se lo toma
en serio. Hablamos por última vez de la táctica que vamos a seguir en carrera.
Hemos optado por hacer lo mismo, seguir cada uno a nuestro globo -ella el de 1h40´ y yo el de 1h30´- y, si aguantamos y
tenemos fuerzas, en los últimos kilómetros tirar un poco más fuerte para
conseguir estar por debajo de esos tiempos. Iván también va a intentar estar
próximo a la 1h40´ y Toño es una incógnita, con terminar satisfecho se
conforma, eso es lo importante.
Nos
despedimos, nos deseamos suerte y nos damos un abrazo. Me voy a colocar en mi cajón. Una vez en él, mientras doy unos
saltitos en el sitio y estiro por última vez, pienso que es curioso que todos
los que estamos ahí en ese momento, cada uno con sus motivaciones, tan
distintos unos de otros -unos nerviosos, otros tranquilos, unos altos, otros
bajos, unos callados, otros hablando e incluso bromeando, unos jóvenes, otros
no tanto…- dentro de poco vamos a parecernos mucho: unos hombres -y mujeres-
todos corriendo cerca de nuestro límite y buscando una marca parecida.
Dan
la salida, los de primera fila arrancan como motos. Yo estoy bastante adelante
y paso bajo el arco cuando el reloj marca 15´. Pongo en marcha mi cronómetro
cuando suena el pitido del chip.
Salida
A
los pocos metros de la salida hay un giro de 180º muy estrecho en el que se
forma un poco de tapón -algo que tendría que mejorar la organización-. Mientras
damos la curva buscando huecos el globo
de 1h30´ va dándonos golpes en la cabeza porque se mueve mucho a causa del
viento. En uno de estos movimientos el globo
toca una valla de unas obras que hay en los Jardines de Pereda y… ¡pum! adiós globo, mi referencia visual ha durado
unos 40´ de carrera. Se forma un poco de lío y ante el desconcierto la mayoría
optamos por acelerar.
Por
la calle Castilla se empieza a estirar el pelotón aunque hay que seguir atento
para encontrar hueco suficiente para correr cómodo. Se van formando grupitos
donde la gente busca la protección de los demás puesto que pega un viento
caliente del suroeste bastante fuerte en contra. Miro mi GPS y voy muy rápido,
a 3:40-3:45/Km. Pienso que ese no es el ritmo de 4:15/km al que tenía pensado ir,
pero me encuentro bien y decido seguir un rato más así para “ganar” un tiempo
que luego me puede venir bien.
Llegamos
a la rotonda de Candina y empezamos la larga subida al hospital de Valdecilla, una de las partes más duras del circuito, pero como es tan al inicio de la
carrera ¡me doy cuenta de que la gente no afloja nada!. Yo no voy a ser menos
e intento no bajar mucho el ritmo. Subimos bastante rápidos y justo al llegar
arriba veo que voy altísimo de pulsaciones. Ahora sí, ha llegado el momento de
aprovechar el terreno favorable de Cuatro Caminos y la calle San Fernando para
bajar el pistón y ponerme a mi verdadero ritmo. Alargo la zancada y me relajo
un poco, pero voy pasando los primeros kilómetros un poco más rápido de lo
planeado, entre 4:05 y 4:10/km. Al pasar por el túnel de la calle Burgos
adelanto a un bombero municipal, le animo con una palmada en la espalda y le
digo que soy el hijo de “Manolo, el jubilado”. Me saluda y me da recuerdos.
Tengo
la boca muy seca a causa del viento caliente que hace. Hace mucho que no corría
con calor y lo estoy notando. Aprovecho el primer avituallamiento que hay cerca
del Ayuntamiento para beber un par de tragos de agua. Seguimos rápido por el
Paseo de Pereda y pasamos de nuevo por la salida, donde termina el circuito de
los que hacen la carrera de 5Km. Voy unos 21 minutos. Me alegra comprobar que voy bien porque además me encuentro cómodo. De
corazón-respiración voy muy bien y sólo noto un poco cargado el gemelo
izquierdo. Por el Paseo de Pereda hay un montón de gente animando y se
agradece, pero no intento ver a conocidos, sigo concentrado y trato de gastar
lo mínimo posible que todavía queda toda la carrera por delante.
Pasamos
la rotonda de Puerto Chico y encaramos la recta de Castelar. Llevamos el viento
a favor y ayuda, me siento muy ligero de piernas. Sin embargo se refrigera
mucho menos y tengo calor.
Al acercarme a la Cuesta del Gas voy fijándome en el
público porque mis padres me habían dicho que igual se ponían por ahí. No les
veo en un primer momento pero cuando empiezo a subir la cuesta veo a mi madre a
la derecha y le grito “¡mamá!”. Ella sigue concentrada en los corredores que pasan
pero a mí no me ve por lo que la llamo por su nombre: “¡Conchi!”. Entonces
reacciona, me ve y me da unos gritos de ánimo que se agradecen.
Castelar
Algunos
aflojan en la subida. Yo, como sé que es corta, decido esforzarme, mantengo el
ritmo y voy adelantando a gente. Al llegar arriba, a San Martín, me cuesta
recuperar las pulsaciones porque la carretera sigue “picando” un poco hacia
arriba en la primera mitad de Reina Victoria.
Subiendo la Cuesta del Gas
Llegamos
a la altura de la Horadada y la carretera, por fin, se pone con un ligero
desnivel favorable. Aceleramos todos. Sigo encontrándome muy bien, se me han
pasado las molestias en el gemelo y, aunque forzado, consigo mantener un ritmo
aproximado de 4:05/km sin demasiados problemas.
Damos
la curva de la Magdalena y aceleramos un poco más hacia la primera playa del
Sardinero. Recuerdo que el año pasado frente al Rhin había un avituallamiento y
mi cuerpo me pide agua. Hace ya un rato que voy con la boca muy pastosa y no
puedo pensar más que en beber. Llegamos al Rhin un grupito de cuatro y hay
mucha gente animando, pero ni rastro del agua…
Llega
otra de las rampas que aunque es corta siempre hace mucho daño: la subida a
Piquío. Me doy cuenta de que como soy ligero las subidas no me afectan tanto
como al resto y dejo atrás a mis acompañantes. Cuando voy tratando de no bajar
mucho el ritmo y a la vez que el corazón no se me salga por la boca, veo a mi
amigo Rafa animando: “¡vamos Miguel que vas muy bien!”. Me extraña que él no
esté corriendo porque es de los que no suele fallar pero, evidentemente, no
puede preguntarle nada y me limito a agradecer con la mano los ánimos que me
da.
Justo
al llegar a los Jardines de Piquío, con las pulsaciones a tope, me encuentro de
repente con el puesto de avituallamiento. Cojo un vaso de plástico y bebo poco
porque tengo mucha sed, pero doy prioridad a respirar…
En
la bajada hacia el campo del Racing vuelvo a mirar el reloj y me alegra ver
que, momentáneamente, voy por debajo de 4´/km. Me encuentro más o menos bien,
pero empiezo a tener dudas de si realmente voy a poder aguantar este ritmo o
voy a pegar un petardazo antológico al llegar a los últimos kilómetros. Tras
pelearme un poco con mi cabeza decido que no tengo nada que perder así que intento
mantenerme igual pensando que si no me pasa nada raro puedo hacer 1h28´ o así.
Alguien
me anima desde una parada de autobús y veo que es Vanesa, una compañera de la
facultad que está haciendo fotos.
Llegamos
al campo del Racing y giramos a la derecha hacia la S-20. Justo antes de llegar
a ella pasamos por el kilómetro 10. 41 minutos clavados. Hago un
cálculo rápido aproximado -no estoy para muchos alardes de agilidad mental en
esos momentos y no soy de los que se saben los tiempos de paso por cada
kilómetro-. Veo que, de momento, llevo margen de sobra para bajar de la 1h30´ y
que si sigo al mismo ritmo estaré sobre la 1h26´o 1h27´. No pienso en intentar
ir a por 1h25´ ya que antes de la carrera lo había visto inalcanzable y porque
todavía no sé cuándo y cuánto me empezará a afectar el cansancio.
Giramos
en la rotonda grande de la S-20 y empezamos con la larguísima recta de dos carriles
que además tiende hacia arriba. Por si fuera poco, es una recta muy
desprotegida en la que el viento, cada vez más intenso y caliente, nos da de
cara. Voy sólo y noto como me cuesta más avanzar al mismo ritmo. Por delante, a
unos 10 metros, veo que se ha formado un pelotón en el que todos tratan de
protegerse poniéndose fila. Pego un tirón para llegar a ellos y subo bastante de
pulsaciones. Al alcanzarles me engancho un buen rato a la cola del grupo para
recuperarme.
Por
los carriles de vuelta, que tenemos a la izquierda, pasa el coche y la moto que
acompañan al líder de la carrera. Veo que es un moreno -desconozco la
nacionalidad-, flaco, con piernas fuertes, que va corriendo tan rápido que
parece que no toca el suelo.
El marroquí Mohammed Blal, ganador de la carrera, "volando"
Pasan
unos metros más y veo que para seguir detrás del grupo tengo que aflojar alguna
zancada por lo que decido dejar de ser conservador, abrirme y adelantar a todos
por la derecha. Paso a tirar del grupo y al poco tiempo me escapo poco a poco.
Detrás de mí se vienen sólo dos.
Por
delante veo a una chica delgada vestida “de profesional” con una especie de
bikini azul. Me fijo que lleva a un hombre de su club haciéndole de liebre.
Llego hasta ellos, descanso un momento detrás de la chica, y de nuevo me
encuentro con fuerzas para adelantarles. Se pegan a mí pero al poco rato la
chica le dice a su liebre “menos, menos”. Se quedan atrás y me escapo tratando
de no forzarme más de la cuenta con el viento en contra. Dentro del cansancio
me encuentro con muy buenas sensaciones, pero sigo con miedo a que me dé un
“bajón” en la última parte de la carrera.
Llegamos
a un avituallamiento en el que consigo coger un botellín de agua y un vaso con
bebida isotónica. Doy un par de tragos de cada uno y lo tiro a la cuneta. Con
el día que hace resulta imprescindible hidratarse bien.
Cada
vez se ve más gente volviendo, ya queda poco para dar el giro. Ese pensamiento
me anima mucho porque pasaremos a ir con desnivel favorable y viento de
espalda. Aprieto un poco en la última “rampa” antes de la rotonda y, por fin,
doy la vuelta.
Nada
más dar la vuelta noto como acelero el ritmo sin forzarme más. Miro el GPS, llevo
13 kilómetros y algo, y veo que voy un poco por debajo de 4´/km.
Tengo otro momento de “discusión” conmigo mismo y al final decido que llegados
aquí, en un aceptable estado, lo mejor que puedo hacer es arriesgar, tirar a
tope, y ver qué pasa…
Desde
ese momento aumento la frecuencia y amplitud de zancada y voy cerca de mi
límite de pulsaciones. El problema es que miro hacia adelante y, aunque veo
bastantes metros puesto que estamos en una recta, no veo al globo de 1h25´. Supongo que me saque
bastante y que iré en “terreno de nadie”, entre la 1h25´y la 1h30´.
Alcanzo
a un chico de camiseta blanca al que pregunto si sabe cuánto nos saca el globo de 1h25´. Me cuenta que es su
primera media, que esa era la marca que quería hacer y que no cree que nos
saque mucho.
Bajamos
muy rápido con el viento a favor. Por los carriles de “ida” va pasando
muchísima gente e intento fijarme a ver si veo a Elsa pero resulta difícil
distinguir a nadie. Justo cuando desisto y me concentro en lo mío reconozco la
voz de Elsa que me grita: “¡vamos Miguel!”. Yo le grito que va muy bien y que
se proteja todo lo posible del viento. Desde ese momento intento fijarme en los
globos que van en dirección contraria
para ver dónde va Elsa realmente. Pasa un rato más y me cruzo con el globo de 1h45´. Cuando estoy mirando
fijamente el globo me grita Toño que va metido en mitad del grupo. Le grito
alguna palabra de ánimo y pienso que, tanto Elsa como él, están haciendo muy
buena carrera.
Voy
alcanzando y adelantando gente poco a poco. Al adelantar a un veterano con
pinta de atleta experimentado también le pregunto si sabe dónde va el globo de 1h25´. Me responde que algo más
adelante, pero que si sigo a este ritmo lo alcanzo seguro. Me da mucha moral,
por primera vez en la carrera pienso que a lo mejor puedo conseguirlo.
Cruzamos
por el puente que pasa por encima del parque de las Llamas y seguimos por la
carretera que va por detrás de las universidades hacia el Sardinero. Alcanzo y
adelanto a un amigo de Toño al que conozco de alguna marcha de montaña y
también de verle en carreras porque, dentro de su categoría de veterano, es de
los que pelea por los pódiums. Le doy una palmada en la espalda y le animo. Le
veo con muy mala cara y muy “cascado”.
El
terreno hasta el campo del Racing es favorable y a ratos vuelvo a ir
por debajo de 4´/km. Sólo puedo pensar en alcanzar al globo al que, sin embargo, sigo sin ver todavía…
La
subida a Piquío se me hace muy dura y llego a mi límite de pulsaciones. Escucho
que los que llevo cerca también respiran muy fuerte. El público nos da muchos
ánimos. Mientras estiro la zancada en la bajada hacia el Rhin pienso, para
animarme, que ya sólo queda la subida a la curva de la Magdalena. Empiezo la
subida y me esfuerzo todo lo que puedo para no bajar el ritmo. Vamos muy
pegados a los coches que hay aparcados a la derecha para hacer el recorrido lo
más corto posible. Alcanzo a dos que “me cierran” y al abrirme para la
izquierda para adelantarles me fijo por casualidad en el dorsal de uno de ellos
lleva en la espalda, pone “1:25”… ¡¡le he alcanzado!!
No
tengo “fuelle” para preguntarle qué le ha pasado a su globo pero supongo que exactamente lo mismo que al de 1h30´con el
que hice la salida. No aguanto con ellos ni 100m, decido seguir al ritmo que
llevaba para tratar de dejarle lo más atrás posible en los 2,5km que me quedan y
así conseguir bajar de la 1h25´.
La
primera parte de Reina Victoria se hace muy dura porque vuelve a pegarme el
viento de cara y hay un poco de desnivel en contra. Pienso que se me va a hacer
muy largo lo “poco” que queda pero no hay otra, ahora ya sí estoy seguro de que
no me va a pegar ningún “bajón” ni ninguna “pájara” extraños por lo que sólo
falta tirar todo lo que pueda hasta la meta.
Toda
la gente que llevo alrededor va a tope. Se nota en las caras y en el sonido de
las respiraciones. Justo antes de llegar a la curva donde Reina Victoria cambia
su pendiente, volviéndose favorable, veo a la derecha, en el suelo, a un
corredor acompañado por un policía y un voluntario de la organización a los que
se ve muy nerviosos. El corredor está tirado, en posición fetal y muy
agarrotado y tenso. La visión me deja muy mal cuerpo y espero que no sea nada
grave.
Acelero
mi cadencia todo lo posible bajando hacia San Martín. Voy dando todo lo que
tengo, creo que no puedo acelerar más, noto el corazón “saliéndose por la
boca”. En esos momentos el cuerpo te pide parar pero tu cabeza, no sé muy bien
cómo, consigue mantenerlo “trabajando”.
Empieza
la bajada de la Cuesta del Gas. Pasamos por el cartel del kilómetro 20. Miro el
reloj y veo que quedan ¡menos de 4 minutos para hacer los
últimos 1.100m!
Kilómetro 20
La
cosa va a estar demasiado justa, lo veo muy difícil, pero voy a intentarlo. Llevo las pulsaciones a tope pero alargo la zancada mientras mantengo la cadencia. Sé que mis padres iban a seguir por aquí pero
no los veo. Intento mirar de lejos pero no consigo enfocar bien. Cuando estoy
terminando la bajada y empezando la calle Castelar escucho a mi madre que grita
“¡venga Miguel, que vas muy bien!”. Me alegra mucho que estén ahí apoyándome,
pero no tengo fuerzas para mirarlos, ni darles las gracias…
Bajada de Cuesta del Gas hacia Castelar
Sigo
yendo a tope, no puedo más, pero pienso que en menos de 2 minutos estaré
descansando y no recordaré este sufrimiento. Llego a la rotonda de Puerto
Chico, empiezo el Paseo de Pereda. Por fin veo el arco de meta, pero me
desanima porque me lo esperaba un poco más cerca. Me parece que no lo voy a
conseguir, está demasiado lejos y yo no sólo no voy a poder apretar más sino
que dudo que pueda mantener el ritmo que llevo. Trato de no pensar en ello,
sólo me concentro en el arco de meta y en mantener la velocidad. Hay mucha
gente alrededor y mucho ruido, tengo la sensación de ir en un túnel. En ese
momento, entre todos los gritos de la gente, escucho a alguien que me anima por
mi nombre y, aunque no estoy seguro, creo que es mi hermana Marta. Ni siquiera
intento mirar. Sigo esprintando más que a tope. Me acerco a la meta, me voy
diciendo a mí mismo: “aguanta, aguanta, un poco más”. Unas últimas zancadas y…
consigo entrar bajo el arco de meta cuando el reloj oficial marca 1:25:10… paro
mi reloj y no dejo de correr hasta pasar por el segundo de los arcos de lectura
del chip -¡por si acaso!-.
Entrando en meta después de "darlo todo"
No
puedo hacer más que respirar tratando de recuperar las pulsaciones mientras me
apoyo en una de las vallas. Me encuentro un poco mareado y con el estómago
revuelto. Paso un rato así, con los ojos cerrados y relajándome. Veo que desde
el otro lado de las vallas me miran muy raro, como con preocupación. Me dan
ganas de decirles: “no, tranquilos, si aunque parezca mentira esto lo hago por
gusto”. Pero no quiero asustarles más todavía. Cuando consigo recomponerme un
poco y volver a ser persona, miro mi reloj, mi tiempo: ¡¡1:24:56!!
¡¡Soy
“sub-1h25´ en media maratón”!!. Lo he conseguido por los pelos, pero he
rebajado, con mucho, el tiempo que había estimado. Las marcas para alguien como
yo evidentemente no son lo más importante, pero siempre gusta hacerlo bien. Estoy
muy contento.
Me
voy rápidamente a ver a los que llegan a meta porque tengo ganas de que llegue
Elsa para poder compartir mi felicidad con alguien. En ese momento entra Abel
Antón que se pone a saludar a todos los que han llegado con él. Me acerco, le
doy la mano y le digo que fue muy interesante la charla que habían dado el día
anterior tras la película de Fiz. Me da las gracias. Después le digo que el año
pasado me ganó aquí mismo, al esprint, en una carrera de 10km, y que hoy le he
ganado yo por poco… se ríe y me dice que está un poco más bajo de forma este
año. Tiene mucho mérito, aguantar a un corredor popular como yo, eufórico, no
debe ser fácil… parece muy buen tío.
Voy
a ponerme junto a los fotógrafos para ver mejor a los que van llegando. Aparece
la ambulancia a toda velocidad supongo que con el que vi en Reina Victoria hace
un rato. Les abren paso hasta un hospital improvisado que hay en la Plaza
Porticada. Sigue entrando gente bajo el arco de meta. De repente me fijo en que
a unos 20 metros de la meta un señor se acalambra totalmente, deja de correr y
se dobla hacia atrás cayéndose al suelo. No puede levantarse. Le ayudan a
hacerlo dos voluntarios de la Cruz Roja y le acompañan hasta meta mientras
todos aplaudimos. El cronómetro sigue avanzando. El año pasado Elsa hizo
1:40:54 y este año quería bajar de 1h40´. Queda muy poco tiempo. Sigo mirando impaciente
y ¡de repente la veo a que llega esprintando muy rápido y sin parar de
sonreir! Me alegro muchísimo porque lo va a conseguir, ¡qué máquina!
Elsa sonriente
En
cuanto entra voy rápidamente a felicitarla y abrazarla. Llega sin aliento y
emocionada. Está muy contenta y, entre palabras entrecortadas, me dice que
tiene ganas de llorar. Consigue emocionarme. Cuando se recupera un poco me
enseña su reloj y veo que ha hecho un auténtico tiempazo… ¡¡1:38:59!!
En
ese momento, mientras estamos comentando la carrera muy contentos, se nos
acerca una señora que acaba de llegar y empieza a hablar con nosotros. Yo
pienso que es una mujer que ha conocido Elsa durante la carrera porque sin
previo aviso nos abraza llorando de emoción como si nos conociese de toda la
vida. Mientras no paran de saltársele lágrimas nos cuenta que acabar una media
maratón era un reto personal y una apuesta que había hecho con su marido. Y que
está muy contenta porque hace unos meses lo veía imposible y finalmente lo ha
conseguido. Nos da las gracias porque dice que los jóvenes le hemos servido de
ejemplo (¿?). Yo le digo que en todo caso el ejemplo nos lo ha dado ella a nosotros.
No para de darnos las gracias mientras se aleja. Qué felicidad de mujer. Elsa
me confiesa que no la había visto nunca. El deporte tiene estas buenas cosas.
Saludamos
a más gente conocida que va llegando y también a mi hermana Marta, Javier y
Javierito que se han acercado a las vallas para felicitarnos.
Poco
después llega Iván y un rato más tarde Toño. Llegan cansados, lo han dado todo
y han sufrido mucho con el calor. Se les nota en la cara, Toño se tumba en el
suelo desencajado. Pero, pese todo, tienen la típica sonrisa de los que saben
que han cumplido. Han luchado como campeones. Nos felicitamos mutuamente.
El equipo "después"
Y
para recuperar fuerzas y rematar un gran día, seguimos con una buena costumbre
iniciada el año pasado: comida familiar de deportistas y afición incondicional
en un restaurante con unas magníficas vistas a la Bahía de Santander. Merecido
e inmejorable premio.
Comida familiar
Nuestros resultados fueron:
Elsa:
1:38:59
(tiempo real). Ritmo 4:41/km.
6ª
Senior Femenina. Sería la 5ª si la clasificación se hiciese según tiempo real
(tiempo que transcurre desde que pasas por el arco de salida hasta que pasas
por el arco de meta) y no según tiempo oficial (tiempo que transcurre desde que
dan la salida hasta que pasas por el arco de meta). Elsa, como no se colocó muy
adelantada tardó casi 1 minuto desde que dieron el pistoletazo de salida hasta
que pasó por el arco de salida y empezó a correr. Yo soy nuevo en esto y no lo
entiendo mucho, pero ¿para qué quieren los “chips” entonces?
Y casualidades de la vida, fue su amiga Nuria la que quedó 5ª
según el tiempo oficial. Ella salió en primera línea (mismo tiempo oficial y
real)...
Yo:
1:24:54
(tiempo real). Ritmo 4:01/km.
52º
Senior Masculino. 145º en la general, de un total de 2.492 corredores que
llegaron a meta.
Podéis
ver las clasificaciones completas en:
Y
fotos de la prueba en:
Esta crónica,casi es tan buena como la medio que hiciste!...no faltan nada,a mi me mete de nuevo en ella y me hace disfrutarla mucho más descansado.Sin lugar a duda,fue un día completísimo y con el final relajado de una comida,donde se habla de todo lo que paso durante la mañana.Muy bien todos,cada uno contento con su tiempo y Elsa para descubrirse!...muy buena Miguel,no falta ningún detalle.
ResponderEliminarGracias Toño. Eso intento... escribir lo que sentí para poder acordarme pasado el tiempo. Si además a alguno os gusta leerlo mejor que mejor.
ResponderEliminarUn saludo.