Llegué a los últimos meses del año cansado y las molestias del tobillo por el esguince en la Vega
de Pas tardaron bastante en quitarse. Por ello di por terminada mi temporada antes de tiempo. Ni
siquiera me apunté a un triatlón sprint que se hizo en Santander. Fui a verlo y
la verdad es que me quedé con las ganas, pero tocaba descansar.
Al
llegar el 31 de diciembre lo que no podía faltar era la San Silvestre de mi
ciudad. No iba a hacerla a tope como había hecho el año anterior pero no me
quería perder la fiesta-celebración de Noche Vieja. Y, finalmente, creo
que fue la mejor San Silvestre de las que he corrido porque la hice en FAMILIA.
Mi padre y mis hermanas habían empezado a salir a correr un poco entre semana,
por lo que no me costó demasiado convencerles (bueno, a alguno un poco más) de
que nos apuntásemos todos. Junto con Elsa y su padre, que son unos fijos de la
San Silvestre, al final formamos un buen equipo para hacer los 5Km de
recorrido, del Sardinero a Puerto Chico por la Avenida Reina Victoria y vuelta.
Caras sonrientes antes de empezar.
Elsa fue acompañando a su padre (aunque sea una auténtica falta de respeto, hay que reconocerlo, ella corre más) y yo fui más despacio con mis hermanas y mi padre todos juntos, esperándonos.
Elsa fue acompañando a su padre (aunque sea una auténtica falta de respeto, hay que reconocerlo, ella corre más) y yo fui más despacio con mis hermanas y mi padre todos juntos, esperándonos.
Al llegar a Puerto
Chico nos encontramos con el resto de la familia que estaba animándonos. Me fijé en que mi sobrino de 3 años, al ver a su madre corriendo, hizo un puchero, ¿sería por la emoción o porque vio a su madre en las últimas?
Durante la carrera disfruté muchísimo viendo cómo se esforzaban por terminar su primera competición (¡las de hace más de 25 años no cuentan!). Y la verdad es que lo hicieron bastante bien para el poco tiempo que llevaban “entrenando”. Marta sólo tuvo que andar un momento en la subida de la Cuesta del Gas. El resto del recorrido fuimos a ritmo constante.
La llegada a meta fue un momento de gran alegría, nos agarramos las manos y las levantamos
celebrándolo. Mis hermanas me reconocieron que se habían emocionado al entrar y... ¿yo? ¿eh? no, no, yo no.
No teníamos ni tan
mala cara en la foto “del después”.
El objetivo era “picar
y enganchar” un poco a los más “nuevos” y yo creo que se consiguió. ¡Y también se consiguió el objetivo, no menos importante, de "hacer hambre" para la cena!
Una gran carrera.
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